La decisión de ingresar a una universidad es, quizás, de las más determinantes en la vida adulta. Al momento de elegir, los aspirantes consideran varios aspectos, como la pertinencia de los programas académicos, los espacios de formación, el campus, la visión de la institución, entre otros. Para Manuela Borrás, estudiar en La Sabana era un sueño; significaba encontrar un lugar que tuviera un equilibrio entre la formación académica y la humana. “Mi hermana estudió en La Sabana e hizo parte del grupo de solidaridad. Ella me llevaba a todos los voluntariados de ese entonces; es decir, yo hago parte del grupo de solidaridad desde antes de entrar a la Universidad”, argumenta Borrás irradiando una gran satisfacción.

Desde una edad temprana, Manuela descubrió su pasión por brindar asistencia a aquellos que se encuentran en situaciones de necesidad. A los 12 años, empezó a asistir a las jornadas de voluntariado de la Universidad y, desde ese primer encuentro para ayudar a otros, decidió hacer parte de este gran equipo.

Al comienzo, Manuela asistía a las jornadas con su hermana y se contagiaba de ese espíritu de servicio. No obstante, al graduarse del colegio, empezó su carrera profesional en Fisioterapia en La Sabana, en donde encontró más de una razón para hacer parte de esta comunidad.

“Me caracterizo por ser una persona muy espiritual y dedicada al servicio; siento que mi carrera va muy ligada con lo que hago en el voluntariado”, añade Borrás. Sus primeros semestres fueron dedicados plenamente al servicio en diferentes obras de voluntariado, administrando su tiempo para cumplir de forma paralela con sus estudios.

Los espacios de solidaridad que ofrece la Universidad, así como otros grupos representativos, se enfocan en el aprendizaje de nuevas habilidades para alcanzar el éxito académico y un propósito adicional en la Institución. Para Manuela, los voluntariados se volvieron su lugar seguro, donde ella aportaría su granito de arena al mundo.

Los voluntariados en Colombia entrañan un gran significado para la construcción de una sociedad más solidaria y justa. Estas actividades impactan de manera favorable en las vidas de quienes más necesitan ayudan; además, se promueve el desarrollo comunitario y la equidad social. También se fomenta la empatía, la colaboración y el sentido de responsabilidad ciudadana, fortaleciendo el tejido social y los valores fundamentales, como la generosidad y el respeto hacia los demás. En esa participación, las personas también adquieren nuevas habilidades, conocimientos y experiencias enriquecedoras que contribuyen a su crecimiento personal.

Hoy, Manuela cuenta su historia para que muchos estudiantes en la Universidad conformen esos grupos representativos y participen en los espacios de liderazgo y otros escenarios que fortalecerán la formación humana.

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