La doctora María Catalina Gómez Guevara, un ejemplo de servicio y fortaleza
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María Catalina Gómez Guevara, médica fisiatra, partió a la casa del Padre el pasado 25 de abril. La doctora Catalina inició su práctica profesional en la Clínica Universidad de La Sabana hace 22 años y 7 meses, donde contribuyó a su desarrollo y posicionamiento.
Quienes tuvieron la oportunidad de conocerla resaltan en ella su entrega, amor y dedicación a sus pacientes; su dinamismo y compromiso con todas las labores que le fueron encomendadas, aportando al crecimiento institucional como fisiatra, jefe del Departamento de Rehabilitación, subdirectora médica de la Clínica Universidad de La Sabana, y coordinadora académica del posgrado de Medicina Física y Rehabilitación de la Universidad.
Campus Periódico publica la semblanza escrita por la doctora Mercedes Sinisterra, exvicerrectora de la Universidad y exdirectiva de la Clínica Universidad de La Sabana, en memoria de la doctora Catalina Gómez Guevara.
"Era notorio que nunca se quejó, que su serenidad y optimismo la acompañaron en todo momento, que supo ofrecer a Dios sus dolores".
"Nos dejó un ejemplo de estudio y trabajo, de servicio, fortaleza y buen humor”, fue uno de los muchos comentarios que se escucharon acerca de la doctora María Catalina, persona inolvidable en la Clínica y la Universidad de La Sabana".
La doctora Catalina fue una estudiante e investigadora constante y apasionada, siempre quiso aprender más porque sus pacientes, que fueron además sus amigos y a quienes trataba con el mayor respeto y dedicación, merecían recibir de sus médicos la mejor atención, el cariño y el servicio que eran indispensables, no solo para su proceso de rehabilitación, sino para su integración en su vida diaria, su ambiente familiar y social.
La doctora Cata, como la llamaban cariñosamente sus pacientes, siempre estaba disponible, incluidos sus estudiantes de la Universidad de La Sabana y otros estudiantes de diversas especializaciones que, con su ejemplo de trabajo y con la rigurosidad de sus enseñanzas, fue formando en el campo de la rehabilitación integral con la que se aborda al paciente, no solo desde la rehabilitación física, sino también desde la parte emocional y social, buscando la reintegración de estas personas y sus familias a la sociedad y brindándoles herramientas para enfrentarse a los desafíos de estar en diferentes situaciones de discapacidad.
No se conformaba con servir y enseñar; sabía querer a sus pacientes, sus colegas, sus amigos. Cuántos ratos tan agradables pasaron con ella disfrutando también de su sentido del humor, y de su saber escuchar y dar siempre el consejo oportuno.
"No se conformaba con servir y enseñar; sabía querer a sus pacientes, sus colegas, sus amigos".
Casada con el doctor Juan Guillermo Ortiz Martínez, con quien fueron amigos y estuvieron enamorados desde la época de la Universidad, formaron una familia muy unida donde el calor de hogar, el respeto y la comprensión fueron los cimientos del ambiente en que formaron a sus hijos, Juan, Felipe (estudiantes de la Universidad de La Sabana) y Ana María, y el cual supieron transmitir a muchas familias a través de los programas de FAMOF, que ellos pusieron en marcha e impulsaron en Bogotá y en otras ciudades del país.
La coherencia de su vida hizo que afrontara con valentía y reciedumbre el dolor y la enfermedad que acompañaron los últimos años de su vida. A pesar de sus limitaciones y tratamientos, no descuidó sus estudios, su trabajo y sus pacientes, a quienes atendía virtualmente en el tiempo de pandemia y también más adelante, cuando ya no era posible asistir a su consultorio en la Clínica. Era notorio que nunca se quejó, que su serenidad y su optimismo la acompañaron en todo momento, que supo ofrecer a Dios sus dolores, cada vez más intensos y constantes.
El Señor se la quiso llevar con Él, con una inmensa paz, el martes, 25 de abril, estando acompañada de su esposo y su hermana, quienes rezaban con ella unas últimas oraciones.
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