Facultad de Psicología y Ciencias del Comportamiento

El 3 de diciembre de 2022, fecha en que se conmemora el Día Internacional de las Personas con disCAPACIDAD, se rinde un homenaje a esta población. Sin embargo, algunas veces, su reconocimiento no es tan visible o se hace de formas inapropiadas. De allí que esta publicación busque aportar a la transformación que debe tener la representación social de este colectivo.

Según la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas (2006), “las personas con discapacidad son aquellas que tienen deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, en interacción con diversas barreras, pueden obstaculizar su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condiciones con los demás” (p. 1).

Frente a esta definición, ¿no resulta incoherente que hoy en día se hable de atención a la diversidad y lenguaje inclusivo, pero persista una concepción centrada en el déficit y la deficiencia? ¿No es contradictorio que se promueva la equidad, pero el énfasis siga estando en la igualdad (siendo conceptos distintos)? ¿No resulta incongruente que se busque promover un modelo orientado al reconocimiento y potenciación de las capacidades humanas, pero persista un lenguaje negativo y peyorativo? Lo coherente es hablar de las personas desde lo que sí saben, sí pueden, sí hacen. Se trata de dejar atrás la cultura de la lástima, y promover una cultura de respeto, reconocimiento y admiración.

Pues bien, es por esto que -si lo notaste- hablo de disCAPACIDAD, definiendo a esta población como aquellas personas que presentan un perfil diferencial respecto a la mayoría, y eso les lleva a desarrollar sus capacidades de distinta manera, a un ritmo distinto, en un distinto nivel, o -incluso- a través de apoyos tecnológicos o terceras personas. Además, hemos de comprender que la garantía de sus derechos incluyen tanto la igualdad en el acceso a bienes, productos y servicios, como a la equidad en las formas en que acceden y disfrutan de los mismos.

Las personas con disCAPACIDAD se mueven por el mundo de manera distinta; perciben el mundo con distintos sentidos; siempre aprenden, aunque lo hagan a un ritmo distinto; sienten y se comportan de manera distinta; o se expresan o comunican de una forma distinta. Esto, por supuesto, siempre y cuando se identifiquen y eliminen las barreras a las que se suelen enfrentar en los diferentes contextos, siendo estas -de hecho- el verdadero problema para su inclusión efectiva (y sobre lo cual sí estoy de acuerdo con la definición propuesta desde las Naciones Unidas).

Las barreras que afectan a este grupo poblacional son muchas; están las urbanísticas, espaciales, comunicativas, objetuales, sensoriales, intelectuales, económicas, culturales, sociales, etc., pero son las actitudinales las más difíciles de remover y las que más suelen afectar a este colectivo. Por eso, mediante la siguiente tabla queremos invitar a dar un primer paso: hablar diferente y concebir diferente, para actuar diferente.

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Además de lo anterior, cuando queremos referirnos a la población -en general-, atrás deben quedar expresiones como: personas con capacidades diferentes, personas con necesidades o capacidades especiales, impedidos, minusválidos, discapacitados, anormales, personas con deficiencias, personas incapaces, enfermos / enfermitos, personas con defectos de nacimiento, personas que “sufren” de discapacidad, personas que “padecen” discapacidad, personas “víctimas” de discapacidad.

La verdadera inclusión comunica un mensaje diferente; reconoce realidades, pero se enfoca en eliminar las barreras, no en hacer encajar a las personas a sistemas y entornos creados para aquellos que cumplen con la norma o el estándar poblacional. La verdadera inclusión es la que reconoce al otro como persona, primero que todo; aquella que dignifica, que humaniza; aquella en que se le llama a cada uno por su nombre, y que cuando se alude a la condición de la persona, se utiliza un lenguaje que promueve concepciones positivas y expectativas altas frente a quienes son y lo que pueden aportar. Ahora bien, considerando que el lenguaje no es solo verbal, sino -también- no verbal, la verdadera inclusión es aquella en que el cuerpo, los gestos, y las acciones comunican en coherencia con lo que las palabras dicen.

Cualquiera que sea el ámbito de inclusión del que se hable, no podemos olvidar que trabajamos con las capacidades de las personas, no con las “deficiencias”. El verdadero homenaje que podemos hacer hoy, y que esta población necesita, tiene que ver con un cambio de perspectiva. Ya mucho daño nos ha hecho el modelo del déficit para referirnos a las personas que presentan estas condiciones; daño que no solo se les ha hecho a ellos y a sus familias, sino a cada una de las personas que les rodeamos, quienes -muchas veces- hemos perdido la oportunidad de conocerles, aprender de ellos, y ver surgir sus talentos y habilidades. Como dice el título de un documento de la Unicef (2009), “se trata de la capacidad”, y este debe ser el marco de acción para una verdadera inclusión.

Referencias

Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia - Unicef (2009). Se trata de la capacidad: Guía de aprendizaje acerca de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. http://bit.ly/3u6LnQ2

Naciones Unidas (2006). Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. https://bit.ly/2MEvgpp