¿Cómo "navegar" con mis emociones en medio de la incertidumbre?
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“La clave está en poner a trabajar las emociones y la razón de forma complementaria y no de manera separada”.
¿Cómo “navegar” con mis emociones en medio de la incertidumbre? Esta es una pregunta que quizás nos acompaña varios días durante la semana. Por esta razón, me parece determinante invitarlos a tomar un momento de pausa y reflexionar de manera profunda sobre cómo comenzamos a recibir las emociones para aprender a navegar con ellas, y verlas como fuente de movilización y creación.
Algunas investigaciones, como las referente a la economía del comportamiento, permiten ver cómo nuestras decisiones económicas y, en general, las elecciones diarias están condicionadas en un 70 % por las emociones y solo en un 30% por la razón. Las emociones generan impulsos inmediatos para decidir sobre la cotidianidad, mientras que toma un poco más de tiempo acudir a la razón para ayudarnos elegir más o menos con acierto.
Así, el primer paso para “navegar” en las emociones es aceptar nuestra condición humana, de seres emocionales y con la bella facultad de tomar decisiones libremente frente a cualquier circunstancia en la vida, a diferencia de los demás seres vivos. Si damos este primer paso, concluiríamos que muchas veces interpretamos la realidad de manera distinta, y esta expresión es producto de nuestras emociones, que disponen un ánimo particular ante las circunstancias que están frente a nuestros ojos y que simplemente no podemos controlar. La vida muestra, cada vez más, que nada es tan seguro como el cambio que nos genera un estado de incertidumbre permanente.
Después de darles ese lugar a las emociones, el segundo paso es comprender el nuevo desafío: sacar el más alto potencial de humanidad y aprender a navegar en medio de la incertidumbre. Este desafío se convirtió en parte de nuestra vida diaria y en el gran reto para transformar la forma de ver la incertidumbre como una falta de seguridad, de confianza y de certeza frente a las inquietudes. Entonces, se transforma en una fuente de inspiración para crear infinidad de posibilidades. Si se quisiera asemejar esta circunstancia a la mágica experiencia del surfista en el mar, sería ver esa gran ola como una fuente de inspiración para alcanzar la mejor creación y navegar en ella, aprendiendo de su inmensidad.
El tercer paso es aprender a recibir las emociones sin juzgarlas, identificarlas y aceptarlas como parte de nuestra esencia humana, a verlas como ese motor que nos impulsa a formularnos las preguntas disparadoras de nuevas formas de pensar y actuar frente a los desafíos que trae la incertidumbre, y crear así otras posibilidades. Para identificarlas, se requiere reconocer cuáles están más presentes en nuestro diario vivir y tomar consciencia de su impacto. Naveguemos con las más frecuentes:
El enojo:
Aparece cuando nuestra razón permite ver que una situación adversa se presenta, que una vivencia se salió de nuestras manos y de nuestro control. Esta invitación nos lleva a “reparar” tal situación con las siguientes preguntas: ¿cómo puedo solucionar lo sucedido?, ¿puedo pedir excusas o expresar qué me molestó para motivar una conversación? Si no hay reparación posible, ¿cómo podría aceptar simplemente este suceso? y ¿cómo puedo perdonar si es necesario?
El miedo:
Se siente cuando nuestra razón indica que una circunstancia desfavorable se aproxima, pero aún no llega. Muchas veces orientamos nuestra energía en construir escenarios negativos que nos hacen mucho daño. La invitación consiste en “prepararnos” con las siguientes preguntas: ¿cómo puedo prepararme para reducir la posibilidad de que eso ocurra?, ¿cómo podría minimizar el impacto si eso llega a ocurrir?
La tristeza:
Aparece cuando nuestra razón nos muestra que algo valioso se ha perdido. La invitación es a “hacer el duelo” con las siguientes preguntas: ¿cómo podría celebrar el duelo y honrar el amor?, ¿qué enseñanzas puedo tomar para mi vida de esos momentos con ese ser amado, o en ese lugar específico o en esas circunstancias vividas para ponerlas al servicio de mi vida?
El agobio:
Se vive cuando nuestra razón nos muestra que no vamos a completar todos nuestros compromisos porque el tiempo no alcanza. La invitación consiste en “rediseñar los compromisos” con las siguientes preguntas: ¿qué conversaciones valientes debo sostener para pedir ayuda o para construir nuevas reglas, o delegar responsabilidades, o simplemente declinar para equilibrar nuevamente mi vida? o ¿cómo puedo priorizar y reorganizar mi agenda frente a esas nuevas exigencias?
La frustración:
Se manifiesta cuando no se producen los resultados propuestos, y se cree que eso me perjudicaría de alguna forma. La invitación apunta a “redefinir las expectativas” con las siguientes preguntas: ¿cómo puedo redefinir estándares más adecuados a mi circunstancia actual y soltar los que había construido en el marco de un momento diferente de vida?
Al final, se trata de comprender que nuestro potencial como humanidad nos permite tomar la decisión de navegar con nuestras emociones y verlas como fuente de inspiración para crear valor en el mundo; la clave está en poner a trabajar las emociones y la razón de forma complementaria y no de manera separada.
Un gran indicador para comenzar a navegar con nuestras emociones es cuando sentimos que las circunstancias externas nos sobrepasan. Sin embargo, cuando comprendemos que no son estas las que nos molestan, sino los propios juicios que construimos desde nuestra razón acerca de ellas y nos generan unas disposiciones anímicas limitantes que nos paralizan o nos nublan la posibilidad de acción, comenzamos a trabajar en la nueva historia que queremos contarnos, para construir posibilidades con más espacios para crear e innovar.
Si yo creo, creo. Si creo que puedo usar las emociones como motor de movilización de acciones y cultivar emociones favorables, como la alegría, la gratitud, la serenidad, la esperanza, la inspiración, la diversión, el asombro, el interés y el amor, entre muchas otras, comenzaré a ver la vida como un lienzo en blanco, donde puedo crear la realidad que quiero ver a mi alrededor porque las circunstancias me retan a construir, sacando lo mejor de mí.
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