¿Cómo medir la realización de un proyecto de vida?
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Por Jorge David Páez, director general del Instituto Forum.
Hoy, pasamos nuestros días intentando medir los logros y desaciertos de la vida con infinidad de formas e indicadores. Sin embargo, las más sobresalientes y consideradas válidas son las propias e íntimas, las de la familia, las profesionales y las laborales. Estas últimas, con conceptos variables acerca de la empleabilidad o independencia.
Los términos millennials y centennials, en estos tiempos, definen a las nuevas y recientes generaciones, que consideran con más sentido ser exitoso que gestionar proyectos y/o emprendimientos y desarrollarlos. Y está bien. Sin embargo, para ello en el resultado influyen premisas como la ética. Así, se inicia otro proceso vital para medir el éxito, el trascendente o espiritual; una faceta más interna y difícil de evaluar. Esta sería como la sobreabundancia de su realización personal, en la que solo desde el interior de cada persona puede decirse si se han logrado las realizaciones del ser, que aflora como el equilibrio holístico de una vida realizada. El éxito es un estado, es un sentimiento o, como dice Ney Díaz, es “una sensación”.
Factores externos dependientes de la persona, la edad o el entorno familiar complementan ciertas actividades, como la artística, deportiva, lúdica, etc., que se integran al concepto de persona que hemos querido conformar y valorar.
En este punto, entonces, es esencial conocer el norte del proyecto de vida, que debe ser reevaluado cada cierto tiempo para encausarlo y adaptarlo a las posibilidades y circunstancias. De acuerdo con los cambios del mundo, en especial en los aspectos incontrolables, por ejemplo, se consideran las novedades en la familia, la salud, la economía, los objetivos ambiciosos o irrealizables.
Entonces, ¿cómo medimos la construcción efectiva de algo tan cambiante como nuestro proyecto de vida?, ¿cómo se mide considerando la tendencia de buscar la ansiada meta de la realización o la felicidad? Es una constante y vamos a la reflexión.
Desde el sector educativo, ¿cómo medimos el éxito?
Dependiendo de la institución, el contacto y la comunicación permanente con los graduados, se indicarán el posicionamiento laboral, los cargos desempeñados y los logros económicos o sociales. Esto permitirá evaluar los reconocimientos a quienes les fueron otorgados o a quienes lograron pocos ascensos; sin embargo, sin haber llegado aún a la cúspide directiva, política o empresarial, algunos obtienen aciertos en áreas de responsabilidad social, ambiental, de derechos humanos u otras tan necesarias en esta inquisitiva sociedad en la que sobrevivimos, unos con mayor o menor posibilidad.
De por sí, una reflexión desde los posgrados en los que me desempeño es que no deberíamos colectivizar lo que es personal. Me refiero a cómo evalúan las instituciones educativas, dando números e indicadores, medios para asignar si los estudiantes han logrado el resultado previsto del aprendizaje, como si todos nos fijáramos los mismos sueños o metas en la vida. En cambio, en la práctica debería ser un proceso individual en el que el estudiante entregue sus mejores talentos y crezca de acuerdo con sus potencialidades, frente a las metas que el entorno le depara y él mismo se plantea.
Y en el intermedio de cómo evaluar o reencausar nuestro proyecto de vida, si volviéramos a tener la oportunidad de ubicarnos en algún punto de nuestra existencia y cambiar unos objetivos o planteamientos de nuestra vida, podríamos preguntarnos: ¿dónde ubicaríamos nuestro reinicio y qué haríamos de manera distinta? Estos ejercicios nos llevan a pensar y a encontrar las razones por las cuales cambiamos, de actividades que tal vez ya no puedan concretarse, pero por lo menos encausarían nuestro proyecto de vida para encontrar un mayor sentido y un conocimiento del propio ser, de lo que nos pasa.
Un aforismo inscrito en el templo de Delfos, atribuido a los siete sabios de Grecia, dice: “NOSCE TE IPSUM”, que quiere decir CONÓCETE A TI MISMO. Más adelante, el poeta romano Juvenal lo destaca mucho y le da tanta importancia que lo califica como una frase “caída” del cielo, pues quien logra conocerse y entenderse se vence y logra gestionarse. La base de este alcance se basa en un espíritu crítico, en la objetividad y la rectitud que se proyecta a los otros, dándole un sentido a la existencia. También, con un enfoque socrático y después de dos mil años, Friedrich Nietzsche la replantea y argumenta que cada cual es quien mejor puede conocerse a sí mismo y “nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos”.
En definitiva, un gran logro que puede capitalizarse es ese “autoconocimiento”, independientemente del logro de nuestras metas, del lugar para conocernos o para gestionar nuestro carácter y de los impulsos básicos atribuidos a la amigadla o al hipotálamo, que controla nuestras emociones o principios básicos e impulsos. Este sería de por sí ya un gran logro, una realización para crecer y gestionarse.
Hasta podríamos pensar otra vez si queremos una existencia corta o vivir en otra ciudad, e incluso tener hijos a una edad más temprana o no tenerlos. En fin, mucha teoría, pero al fin de cuentas puede ayudarnos a ver si lo que nos planteamos define nuestras realizaciones, la razón de nuestra vida y la búsqueda de esa realización o el sentido de esta.
Tendemos a pensar que la felicidad y el éxito vienen de lo que nos pasa a nosotros, o ¿será que vienen de la actitud con la que asumimos la vida?, ¿cuáles vivencias nos construyen y cuáles nos destruyen?, ¿cómo percibo mi éxito y la felicidad?, ¿nos esforzamos mucho en buscarlos?, ¿la felicidad está relacionada con sonreír o con el sentimiento de satisfacción con la vida? Un directivo que trasnocha, duerme poco y trabaja todo el día puede ser muy feliz.
Una circunstancia parecida puede vivir una madre que lucha por sacar adelante a un hijo enfermo y el reto es mayor si está sola; aquí, la realización sería que ese hijo caminara, fuese autónomo e independiente. Diferente a otra madre que quiere que su hijo tenga la profesión de su abuelo y llegue a posiciones encumbradas. Por eso, para cada persona, el nivel de plenitud es muy diferente. Esa perspectiva es igualmente válida para cada uno y depende de cómo se asumen y definen los objetivos.
El secreto de la felicidad es tomarse el tiempo para pensar en el otro, con un sentido de servicio. Eso nos permitirá comprender cual será la mejor evaluación para llevar a efecto ese proyecto de vida en este mundo.
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