El ser humano es un ser social por excelencia. Una de las formas en las que se manifiesta esta dimensión es cuando un hombre y una mujer deciden unir sus vidas en matrimonio, y uno de los fines de esa unión es la procreación de los hijos.

Actualmente, por diversas circunstancias, muchos matrimonios no pueden concebir naturalmente a sus hijos. En ese momento, surgen muchas preguntas sin respuesta, en la mayoría de los casos. Pero existe una opción que cambiará el rumbo de la vida de unos padres y de un niño para siempre: la adopción.

La adopción no es una obra de caridad, sino el convencimiento propio de querer conformar una familia. engendrar con el corazón

Con la adopción, se engendra al hijo en el corazón, lo cual implica un doble proceso: (1) unos padres que adoptan a un menor como hijo, y (2) un menor que adopta a unos adultos como padres. Este proceso afectivo, y también jurídico, permite el desarrollo del sentimiento de filiación entre los dos y, además, de pertenencia: “Tú eres nuestro hijo y nosotros somos tus padres”.

La adopción no es una obra de caridad, sino el convencimiento propio de querer conformar una familia. Es una decisión que lleva a un compromiso para toda, toda la vida, así como el vínculo con los hijos biológicos. La adopción no llega por casualidad; es una decisión que debe tomarse con mucha calma, sin ninguna presión y con una verdadera preparación: recibir a un hijo es un acto que genera un lazo indisoluble.

Es imprescindible sanar el duelo por la imposibilidad de no poder engendrar biológicamente. Así, se asumen la maternidad y la paternidad del hijo que será concebido en el corazón.

Ahora bien, aunque la adopción genera muchas preguntas, la más frecuente es cómo concretar ese vínculo tan fuerte de amor entre un padre, una madre y un niño que no estuvo en su vientre, y que va a llegar de una forma diferente a su nueva familia. La respuesta es sencilla y profunda: ¡el amor lo puede todo! Pero también es necesario garantizar el desarrollo intelectual, físico, psicológico y emocional del niño o adolescente.

Por tal motivo, la adopción debe ser una decisión libre, voluntaria y responsable de acoger a un hijo. Cuentan el grado de convencimiento y el deseo inmenso de la maternidad y de la paternidad. En palabras de Karol Wojtyla, en su obra Amor y Responsabilidad: “En el mundo de las personas, ni la paternidad ni la maternidad se limitan a la función biológica de transmisión de la vida”. En la adopción se llega a establecer entre padres e hijos un vínculo permanente que le permite al niño sentir seguridad y apoyo por parte de su nueva familia.

En Colombia, son más de 11 mil los niños en condición de adopción y, en esta coyuntura, es la oportunidad perfecta para brindarles a ellos un ambiente propicio de amor y protección, y, a nosotros, una oportunidad que nos cambiará la vida.