La Sabana, compromiso con la defensa de la vida humana en tiempos de Pandemia
Nunca pensé que el 19 de noviembre de 2019 sería la última vez que vería el campus. Finalizaba mi tercer semestre de Comunicación Social y Periodismo y ese día viajé a Barranquilla, de donde soy oriunda, con el sueño de hacer un semestre de intercambio en España a partir de enero.
Aún conservo la foto de cómo se veía la universidad ese día y que decidí tomar con nostalgia. Me fui pensando en regresar para mi quinto semestre, pero la realidad no pudo estar más alejada. Dos meses después de mi llegada a Barcelona, se decretó el confinamiento obligatorio que buscaba atajar el aumento de casos de coronavirus y la posibilidad de volver a Colombia se cerró, al menos temporalmente.
El 6 de marzo de 2020 el Ministerio de Salud confirmó el primer caso de COVID-19 en Colombia. Entonces comenzó la etapa de contención del virus y a partir del 24 de marzo comenzó la cuarentena nacional obligatoria decretada por el presidente Iván Duque.
A pesar de que nadie estaba preparado para una situación como esta, la Universidad de La Sabana hizo todo lo posible para proteger a su comunidad y contribuir con equipo médico especializado para atender la emergencia sanitaria. Lo primero fue retomar la actividad académica en ambientes virtuales. Mauricio Rojas, ex Vicerrector de Desarrollo y Proyección Social dice que la rápida reacción de la Universidad frente a la pandemia fue fruto de otra tragedia, la Inundación del Campus en 2011: “Lo que aprendimos de tecnología (con la inundación) hoy lo cosechamos con la pandemia. Y es que se pasó todo a la nube. Eso nadie lo hacía en ese instante. Nosotros dijimos, ‘esto no se vuelve a repetir, y de aquí en adelante todo está en la nube’. Y, de hecho, los sistemas no solamente estaban en la nube, sino conectados todos los sistemas operativos, porque una cosa es que tenga el archivo en la nube y otra cosa es que eso conecte con la operación. Cuando llegó la pandemia, la Universidad en 24 horas hizo clic y estaba todo virtual. Las demás universidades se demoraron en abrir, pero nosotros estamos continuamente en virtual, entonces la Universidad empezó a vivir en un ambiente de nube rápidamente”.
Esto, por supuesto, no fue fácil para todos. El propio Mauricio Rojas cuenta una anécdota que ilustra el choque cultural de pasar a la virtualidad: “Me dicen ‘La reunión va a ser por teams’ y yo pregunté: ‘¿Y eso qué es?’. Entonces me dijo con mucha discreción el secretario de la casa de Gobierno: ‘Doctor Rojas, es una plataforma que ahora vamos a utilizar mucho’”.
Carlos José Salgado, Profesor de La Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas relata cómo tuvo que modificar su clase para atender a la nueva realidad: “Algo que se me dificultó mucho es que mis clases tienen un componente práctico y tuve que inventarme cómo poder realizar ese componente práctico desde cada una de las casas de los estudiantes”.
A esto, dice se sumaba el componente emocional que trajeron contigo la pandemia y el estallido social que vivió Colombia en la misma época: “tenemos que entender que no solo tuvimos pandemia cuando estábamos en virtual, sino que también tuvimos paro; tuvimos otros acontecimientos que generaron mucho estrés en los estudiantes, mucha ansiedad. Parte del trabajo que yo creo que teníamos como profesores no solo era enseñar sino también acercarnos a los estudiantes y saber cómo estaban”.
Los planes de contingencia incluyeron soluciones tecnológicas, como la adquisición de licencias para los estudiantes y soluciones de conectividad, pero también domicilios para llevar computadores y equipos a las casas de los estudiantes para que pudieran hacer sus prácticas y, en algunos casos, asistir a clase.
Liliana Ospina, que entonces era Vicerrectora de profesores y estudiantes estuvo encargada de que la actividad académica se mantuviera durante el confinamiento: “Algo teníamos muy claro en la Universidad, desde las direcciones, desde el Gobierno central, y era que teníamos que cuidar a las personas. De alguna manera la pandemia nos cogió preparados, porque teníamos esa conciencia profunda que teníamos que cuidar a las personas con base en eso, pues se hicieron todos los programas de cuidado: Desde un programa desde la parte administrativa para trasladar los elementos de oficina a la casa de cada cual para que estuviera lo más cómodo posible. También desde el Instituto de la familia y con programas de bienestar universitario, cuidábamos las diferentes circunstancias que estaban pasando en los diferentes hogares” explica.
Kemel Gohtme, profesor de la Facultad de Medicina y director del Grupo de Neurociencia Traslacional relata los retos que tuvo que enfrentar en el paso a la modalidad virtual: “Uno de los mayores era motivar enganchar y mantener la atención de nuestros estudiantes durante la sesión de clase. En esto tuvimos que utilizar formas creativas para lograrlo entre ellas mantener una interacción constante y recordar que no solamente era un monólogo el que nosotros teníamos que transmitir una información sino interactuar continuamente cada cinco o diez minutos estables preguntando a través del chat, a través de la cámara encendida, a través del micrófono”.
Campus en solitario
De la noche a la mañana la rutina cambió abruptamente y toda la comunidad debió adaptarse al cambio. A partir del 16 de marzo del 2020 la universidad comenzó su periodo de transición hacia la virtualidad.
Un campus que día a día estaba lleno con estudiantes sentados en la grama, “parchando” en los diferentes restaurantes de la universidad, asistiendo a clases o simplemente disfrutando de las instalaciones se tornó en un campus al que solo ingresaban un reducido número de trabajadores. Mientras que los estudiantes, como yo, estábamos encerrados en nuestras casas viendo la pantalla de un computador.
“Muy triste, los alumnos son la vida de la universidad. Era muy duro llegar y ver una que otra señora trabajando y pensábamos qué hacer, a quién le servimos”, comenta Mónica Sarmiento, una de las personas que continuaron trabajando presencialmente en el campus universitario. Llegar cada mañana y ver la sonrisa de los estudiantes, profesores y administrativos era algo que nuestros “monis” ansiaban ver, pero al entrar en emergencia sanitaria ya no podían.
Si bien las actividades administrativas y académicas se trasladaron hacia lo virtual, el mantenimiento de La Sabana no podía realizarse desde una reunión de Teams. Reinventarse era la única opción válida que se podía tomar en esos momentos.
Una experiencia que pude imaginarme al visitar la universidad en noviembre de 2022 como parte de mi trabajo de reportería para este proyecto. Al haberse finalizado el semestre académico en la universidad solo encontraba algunos profesores, administrativos y pocos estudiantes que debían ir por razones específicas, el Campus estaba relativamente sólo. Los corredores silenciosos me hacían pensar en la melancolía que debían sentir las personas que cuidaron del Campus durante el confinamiento.
Marlen Tovar, empleada de Servicios Generales habla de esos días; “Sentimos mucho miedo Yo creo que generalmente todos sentimos mucho miedo, mucha tristeza porque la universidad la hacen ustedes, la hacen los niños, la hace la gente, la hace para mí la bulla; verlos a todos aquí en saludarlos. Para mí lo más grato es escuchar decir: ‘¡Hola monis!¡Hola monis!’ desde lejos. Para mi eso es muy grato y eso no lo tuvimos”
Nunca había vivido el campus con tan pocas personas y creo que más o menos así se podía sentir La Sabana durante los primeros meses de la pandemia. Los trabajadores que venían trabajaban en turnos de media jornada para seguir manteniendo la universidad en su esplendor, pero solo ellos disfrutaban de los paisajes que el campus les podía brindar.
Cortar el pasto, regar las plantas e incluso llevar agua desde Arena Sabana hasta la Clínica Universidad de La Sabana, eran algunas de las labores que se desempeñaban. Fueron diversos retos que toda la comunidad universitaria vivió tanto grupal como individualmente. “Lo más difícil fue el día que nos dijeron que debíamos irnos porque iban a cerrar la universidad debido a la pandemia”, recuerda Gustavo Rodríguez, trabajador en Servicios Generales.
Rotativamente los trabajadores de la universidad seguían asistiendo a sus labores, pero ya no era lo mismo. Sin estudiantes y con miedo a perder sus puestos, no sabían cuál sería el futuro de la universidad. Al mismo tiempo, los estudiantes tenían preguntas similares pues el futuro de su semestre académico era incierto. ¿Se cancelarían las clases?
“El próximo miércoles 9 de septiembre se iniciarán las clases presenciales bajo el modelo de Pico y Campus”, decía el comunicado 021 de la Rectoría. Varios meses de incertidumbre se vivieron en el campus universitario antes de que el 4 de septiembre del 2020 se diera esa buena noticia. Quienes tuvieron la oportunidad de volver al campus lo hicieron bajo la modalidad Hyflex; el cual permite a los estudiantes la flexibilidad de escoger si continúan sus clases de manera presencial o remota. La app Unisabana se convirtió en el “pasaporte” de entrada al campus. Nuevamente la presencia de algunos estudiantes estaría en las aulas de clase y desde ahí poco a poco volveríamos a la normalidad.
Una mirada desde la Clínica
Mientras el campus universitario se vaciaba, la Clínica Universidad de La Sabana se llenaba cada vez más. Al ser una institución de tercer nivel de complejidad, la Clínica se convirtió en el principal centro de atención para los pacientes infectados con coronavirus en los 11 municipios de la región Sabana Centro.
Como centro centinela en Cundinamarca para la atención del COVID-19, la Clínica debió reestructurar en algunas de sus áreas. Fue necesario ampliar el número de camas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), activar un área exclusiva para pacientes COVID-19 y, en Urgencias, habilitar sistemas con cánulas de alto flujo.
“Los retos han sido desafiantes, pero satisfactorios, pues el valor con el que nuestros empleados han afrontado esta pandemia refleja el compromiso con nuestro manifiesto de marca: Cuidaremos de ti”, dijo el doctor Juan Guillermo Ortiz Martínez, director general de la Clínica Universidad de La Sabana.
La situación en la Clínica era completamente distinta a la que se vivía en el campus, pues diariamente se enfrentaban al COVID-19 cara a cara. La presión por cuidar y salvar a los pacientes contagiados crecía cada día y la ocupación en urgencias de la Clínica Universidad de La Sabana llegó a alcanzar el 400%.
¿Cómo se ve una clínica que cuadruplica su capacidad? La disponibilidad de camas, más que limitada era un lujo para un paciente. Decisiones difíciles debían tomarse sobre quién podría estar en una camilla y a quién le tocaba ser atendido en una silla. Pero en situación de emergencia lo importante era poder salvarles la vida a los pacientes.
Combatiendo el coronavirus
“Una universidad de tercera generación es emprendedora y con impacto tangible, lo que se traduce en una institución que ayuda eficazmente. Contribuir a salvar una vida, bien sea de un colombiano o de un extranjero, es el impacto tangible del trabajo de nuestros “héroes” del Unisabana Herons Ventilator” - Campus, Periódico de la Universidad de La Sabana (2020).
Unisabana Herons empezó con la pregunta de cómo la Universidad de La Sabana podría ayudar a salvar vidas. La universidad ya ayudaba a combatir la pandemia desde su clínica, y se propuso encontrar una solución al déficit de ventiladores que había en el país.
Luis Mauricio Agudelo, profesor de la Facultad de Ingeniería, fue parte del equipo que, desde marzo del 2020, se propuso crear un ventilador invasivo de bajo costo. “Uno de los mayores retos que nos propusimos cinco ingenieros era salvar las vidas de colombianos porque no había suficientes ventiladores (…) Afortunadamente universidad nos ayudó. Se volcó a este proyecto y todos los funcionarios se unieron para de una u otra forma, desde su expertise, a ayudarnos a hacerlo” comenta el profesor Luís Mauricio de su experiencia en el proyecto Herons.
El proyecto, que surgió a partir de la designación de la Clínica Universidad de La Sabana como centro centinela para la región, no solo salvó la vida de los pacientes afectados con COVID-19 que lo utilizaron. También cambió la vida de quienes lo realizaron.
Un equipo de estudiantes, profesores de Medicina e Ingeniería y empleados administrativos se unieron para crear, un ventilador mecánico invasivo seguro para el paciente y de bajo costo para ayudar a tratar a los pacientes de COVID que necesitaran ayuda para respirar.
Rolando Roncancio, Vicerrector en ese momento de la universidad de La Sabana, lideró junto a Juan Carlos Camelo, director de Proyección Social y Desarrollo de la Universidad, el proyecto. “Yo creo que no he tenido un momento de trabajo más intenso, de más horas, de más necesidad porque había la urgencia de la vida de las personas”, dice Roncancio. Roncancio y Camelo establecieron una alianza estratégica con Challenger e Indumil para la producción del equipo y consiguieron el visto bueno del Invima para su uso en personas humanas. A finales de agosto del 2020 el “Unisabana Herons Ventilator” comenzó su etapa de producción en serie y distribución en primer lugar en nuestra Clínica donde se entregaron 19 UnisabanaHerons Ventilator en la unidad de cuidados intensivos.
Después de 2 años sin haber podido regresar, volví a la universidad para cursar mi octavo semestre. Me sentía como en mi primer día de clase. Ver nuevamente a mis compañeros y profesores era un sentimiento inigualable.