Bitácora Comfort

Día 1: ¡El viaje ha empezado!

El domingo 18 de agosto nuestros viajeros llegaron a las 5:00 am al aeropuerto El Dorado. Fue una mañana lluviosa, pero todos estaban muy emocionados y también sin mucha información de lo que iba a suceder o el rol que irían a cumplir en la costa de Colombia.

En el aeropuerto, la persona de la Embajada de los Estados Unidos les pidió copia de sus cédulas, las cuales la mayoría de los voluntarios no llevaron, entonces fue un ajetreo mientras todos presentaban su documento impreso, y les entregaban las tulas que los iban a identificar como voluntarios de la Misión. Dentro de estas tulas venían las camisetas de identificación, unas eran grises y otras azules.

Luego llegaron los buses para ir hasta CATAM. Los voluntarios viajaron con la Fuerza Aérea de Colombia, en el avión FAC 204. Para todos fue la primera vez en estas aeronaves, las cuales son muy diferentes a los aviones comerciales.

Al llegar a la costa, no llegaron directamente a Santa Marta sino a Barranquilla, por lo cual tuvieron que trasladarse en bus hasta el destino final. Pasaron de una mañana fría bogotana, con paisaje gris, que luego de una hora y media de vuelo se convirtió en un cielo azulado acompañado de la brisa caribeña que siempre viene amarrada de 30 y punta grados centígrados, “pasamos de la melancolía bogotana al desespero caribeño que sufrimos de los rolos cuando llegamos al nivel del mar”, menciona la profesora Margareth Alfonso.

Al llegar a Santa Marta tuvieron una reunión a las seis de la tarde con los 80 voluntarios y los representantes de la Embajada de Estados Unidos. Allí les explicaron cuál iba a ser el rol de cada uno: básicamente traducción constante entre el personal médico de las fuerzas armadas de los Estados Unidos y los pacientes.

Día 2: Manos a la obra: ¡a traducir se dijo!

Muy temprano los voluntarios se reunieron en el Coliseo de Santa Marta, allí llegó el momento de conocer el personal de las Fuerzas Armadas con quienes iban a trabajar. Al inicio hubo nerviosismo por parte de todos, era quizá la primera vez para muchos en esta experiencia, donde no sabían cómo los iban a recibir, cómo se iban a realizar las actividades. Pero justo después de que las dudas afloraron en la mente de cada uno, las personas de la Embajada dieron la instrucción de que 60 personas prestarían servicio terrestre en dos lugares: El Colegio INEM y el Coliseo, quienes, por consiguiente, se hospedarían en el hotel y otros 20 estarían dando la atención médica en el Buque Comfort y dormirían allí.

De nuestros 10 voluntarios solo Paula Luna y Camila Acevedo quedaron en el Buque y los demás en atención terrestre. En la atención en el “barco hospital”, como a veces se refieren, era principalmente de cirugías, preoperatorio, post operatorio, unidad de cuidados intensivos, laboratorios, radiografías, hospitalización, entre otras especialidades. En la atención en tierra había equipos médicos de todo tipo: nutrición, medicina general, oftalmología, farmacología, dermatología, fisioterapia, radiología, laboratorios, odontología, entre otras.

La atención era tan buena, no solo por la calidad humana del equipo médico, sino que los procesos eran ágiles, como lo refirió Camila Gahona, “un diagnostico que en Colombia entre cita y cita se puede demorar 6 meses aquí se hizo el mismo día”.

Los voluntarios estaban traduciendo en especialidades diferentes, por esto todas sus experiencias varían. Margareth estuvo en nutrición, ese día se realizaron, en promedio, 15 planes de nutrición. Ana, Alejandro y Catalina estuvieron en Fisioterapia; Camila Acevedo estuvo en registro y allí tenían turnos asignados a ciertas horas del día, también estuvo en las salas de preoperatorio no solo traduciendo sino acompañando y ejerciendo el rol como enfermera a las personas que iban a ser intervenidas quirúrgicamente, Paula estuvo en salas de cirugía, Johanna en medicina general y Natalia y Juan Diego estuvieron en medicina preventiva.

En esta última especialidad los estudiantes describen que gracias a su carrera y las prácticas formativas por las que han pasado se les facilitó el proceso de hablar con las personas y no solo traducían sino que tomaban la iniciativa de explicarles diferentes temas a las personas. El equipo médico de Comfort tenía juegos, folletos interactivos y varias actividades que generaban mayor recordación para los pacientes. Este día hubo casos que impactaron a los voluntarios, como una reconstrucción completa de cuello a un paciente que luego de su intervención quirúrgica estuvo 1 semana completa en la Unidad de Cuidados Intensivos de Comfort

 

Día 3: Conociendo más las Fuerzas Armadas

Los voluntarios se levantaron como de costumbre para llegar a su puesto de atención a las 7 am. Allí escogían de nuevo a qué disciplina o especialidad les gustaría apoyar, contando con que hubiese los cupos. Normalmente decían: “necesito 2 para fisioterapia” “necesito 3 para medicina general” y así podrían ir escogiendo. Es por esta razón que los voluntarios tuvieron la oportunidad de rotar y conocer de otras disciplinas.

Como ya era el tercer día, ya había una cercanía con el personal médico de las fuerzas armadas y ya se sentían en la comodidad de hablar de diferencias en el ejercicio de la profesión en los países, conocer cómo es la vida militar, cómo se acoplan a este estilo de vida, hacer chistes, entre otros.

En este día tuvieron la oportunidad de conocer los MRE que es la comida militar, o raciones militares. “Son comidas excesivamente calóricas, cada paquete tiene 2.000 calorías, pero había que comer”, menciona Alejandro Ruiz. Esta comida empacada al vacío y en un paquete pequeño contenía cualquier tipo de comida, pero también muchos químicos para que pudiera preservarse. El año de vencimiento de estas bolsas eran 7 a 10 años. De hecho, a muchos de los estudiantes el personal médico les dijo “no se coman eso, no es saludable. Yo les doy algo”. Sin embargo, sería una experiencia única y nueva para todos, por lo cual probaron y para unos fue cuestión de solo esa vez y otros quisieron seguir consumiéndola el resto de los días.

En el barco se realizaron tres cirugías a hermanos con paladar hendido y todas fueron exitosas. En los med sites, la profesora Margareth apoyó al servicio de Fisioterapia, y describe que fue muy raro poder explicarle al profesional encargado qué era, o en qué consistía el trabajo de reciclador en zorra. Ese mismo día llegó un niño con osteocondromatosis múltiple, que es una enfermedad en la que crecen tumores en el esqueleto y había sido a diversas cirugías y una de éstas presentaba signos de infección por lo cual tuvieron que atenderlo de inmediato.

Juan Diego y Natalia apoyaron en farmacia y pudieron entregar alrededor de 700 medicamentos, sin costo alguno. Además pudieron orientar a los pacientes en la forma adecuada para consumirlos. Johanna, por su parte, estuvo en medicina general, y el médico que estaba con ella estaba aprendiendo español, entonces la consulta se hacía muy dinámica y además de ayudar al paciente era un aprendizaje mutuo, tanto ella mejorando su terminología en inglés y él en español. 

Ana, Alejandro y Catalina estuvieron en su disciplina: Fisioterapia. Allí vieron que los procesos fisioterapeuticos se hace de la misma manera como lo desarrollan en Colombia. 

Paula y Camila estuvieron en el Buque en las diferentes especialidades. Paula logró entrar a salas de cirugía y Camila, apasionada por la pediatría, pudo compartir con niños y disminuir su ansiedad antes de entrar a cirugías o procesos médicos.

         

Día 4: Días en alta mar y en tierra...  

En el Buque no había casi comunicación, a menos que se subiera a cubierta. Los voluntarios que estaban en el barco tenían turnos establecidos: el primero de 7:00 am a 3:00pm, el segundo de 3:00pm a 11:00pm y el nocturno de 11:00pm a 7:00 am.

Tuvieron la oportunidad no solo de atender a los pacientes en este día y de rotar por diferentes especialidades, sino que pudieron ver cómo eran los entrenamientos militares de rescate, en los que estaban en los helicópteros y se lanzaban al mar.

Los voluntarios en tierra tuvieron experiencias diferentes: Johanna y Camila estuvieron en consulta general; Natalia y Juan Diego estuvieron en farmacia, “les explicábamos a los pacientes cómo se debían tomar las medicinas, y si había algún error en la medicación podíamos corregirlo”, menciona Natalia. Alejandro estuvo un tiempo en dermatología, lo cual representó todo un reto pues el no estaba lo suficientemente asociado con el vocabulario de esta especialidad, pero en la tarde volvió al servicio de Fisioterapia. Ana estuvo en medicina general, el médico la ayudaba a poder explicar mejor, pues él era profesor y le hacía dibujos a Ana y de esta manera ella le explicaba a sus pacientes para que pudiese haber un mejor entendimiento. Catalina y Margareth estuvieron en Fisioterapia.

 

Días 5, 6 y 7: La pasión por servir, conocer y vivir la experiencia

Los demás días todo transcurría como los días anteriores. Lo que marcaba la diferencia eran los pacientes y sus casos de consulta. En estos días en el Buque ya no se realizaron cirugías sino el postoperatorio de las mismas, o algunas pocas que ya habían sido programadas. Por esto, en los lugares terrestres era difícil decirles a las personas que ya no iban a poder ser intervenidas quirúrgicamente. Sin embargo, se hizo una lista de personas que necesitaban atención prioritaria y se entregó al Ministerio de Salud de Colombia.

Natalia recuerda que había varias personas con discapacidad auditiva por lo cual necesitaban personas que pudieran hablar lenguaje de señas. Una militar estadunidense podía hacerlo, pero nos dimos cuenta de que muchas cosas de éstas señas no son iguales y eso dificultó un poco la comunicación.

También había muchas mujeres gestantes que nunca habían tenido ni una sola atención. Allí pudieron decirles que sus hijos estaban bien. Incluso algunas descubrieron si esperaban un niño o una niña. Fueron momentos muy emocionantes.

Ana resalta que en los últimos días, en las distintas especialidades de fisioterapia, medicina general y triage tuvo la oportunidad de atender a muchos pacientes de su nacionalidad, Venezuela, por la realidad que tiene el vecino país a ella la tocó de manera más personal. Había muchas personas que llevaban mucho tiempo sin comer, incluso familias. Claro, esta realidad no es lejana de muchas familias colombianas que se presentaron a la Misión. Dentro de estos pacientes, Ana recibió un niño que tenía espina bífida y tenía un grave problema de visión por lo cual hizo lo que estuvo a su alcance para que pudieran hacerle exámenes de oftalmología y obtener unas gafas.

El último día fue la visita del presidente Iván Duque al Buque Comfort, las mujeres del barco tuvieron la oportunidad de escuchar sus palabras y saludarlo personalmente.

La profesora Margareth describe que la situación real en salud en Santa Marta es triste, ver la pobreza, las necesidades por las que pasa tanta gente y que se puede generalizar a varias partes del país. Ella resalta la necesidad de que el Estado provea las necesidades básicas de las personas al recordar: “ preguntándome sobre las posibilidades de acceso a la salud de los niños y niñas, de los hombres y mujeres, vi que muchas personas iban por problemas de la piel y es que la calidad del agua en Santa Martha deja mucho que desear, y como le dices a la gente que venía por dermatitis o escabiosis (sarna) que la crema actuaría y minimizaría los síntomas pero que la causa seguramente es el agua contaminada. Y te preguntas ¿porque no hay un estado garante de los básicos para que las personas tengan una vida sana?”

Al final de la jornada se realizó la ceremonia de entrega de certificados.

Nuestros voluntarios resaltaron: Catalina: el sello Sabana se vio marcado por el hecho de poder humanizar cada atención y no solo dar una traducción, sino crear un vínculo en que todos pudieran entender y que el paciente se llevara lo mejor de cada consulta y pudiera replicar estos cuidados en casa.

Camila Acevedo: Al final de la Misión, cada paciente sin importar su edad se despedía con una sonrisa y un gracias incondicional. Eso hizo que todo el esfuerzo del Buque valiera 100% la pena. Esa fue la mejor recompensa.

Camila Gahona: Pienso que al final de todo, esta experiencia me llena como persona y como profesional y la repetiría una y mil veces, pues permite desarrollar distintas habilidades y destrezas. Te da la oportunidad de aprender y ver tu carrera en otros países, lograr ver tu campo de acción y oportunidades en un futuro.

Paula: Fue muy gratificante poder ver la satisfacción de los pacientes al ser atendidos. Me llevo muchos recuerdos y aprendizajes. Johanna: Esta experiencia fue toda una aventura desde el día que empezó. Traigo conmigo muchísimo aprendizaje, y la satisfacción del deber cumplido.

Natalia: Ver día a día personas con diferentes experiencias, que venían de distintas condiciones sociales y a todas se les brindó el mismo servicio, sin ninguna barrera y con toda la voluntad de apoyar y hacer lo que tuviéramos en nuestras manos. Va a ser una experiencia inolvidable.

Margareth: Me traigo en el corazón la sonrisa de los niños, la fe de las madres, la esperanza de los abuelos, pero si no sembramos un espíritu crítico como profesores no se podrá cambiar la realidad del país, un país que grita fuerte pero que en el centro no escuchamos, un país que pide una verdadera Gloria Inmarcesible y un certero Júbilo Inmortal que nos libere de la inequidad, de la corrupción y de la centralización que solo nos permite mirar el “ombligo” en el que estamos sumidos.