Transporte y desarrollo
La infraestructura para el transporte en Colombia es deficiente. En el índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial 2017-2018, en el pilar de Infraestructura, ocupamos el puesto 87 entre 137 países.
El problema no es nuevo. En el siglo XVIII la Nueva Granada era famosa por tener los peores caminos de las colonias españolas en América. En el siglo XIX, Agustín Codazzi escribía quejándose de nuestra infraestructura: “Parece que nuestros antecesores no conocieran otro método de abrir caminos, que subir a la parte más elevada de un cerro para bajar después a lo más profundo… y luego, volver a subir y a bajar sin interrupción, buscando siempre las quiebras más grandes de la serranía en lugar de evitarlas, faldeándolas”.
Para el indicador de las carreteras, en la señalada medición, Colombia ocupa el puesto 110. Si bien, en los últimos años con el Programa de Vías 4G se han dado pasos importantes, aún estamos lejos de superar esa brecha y mejorar la competitividad en términos de logística y transporte. Basta con señalar que la navegabilidad del río Magdalena y un eficiente sistema ferroviario, a pesar de su importancia, siguen siendo proyectos irrealizados y confusos.
No hacen faltan estudios profundos para saber que este rezago impacta el desarrollo económico del país, pues trae consecuencias inmediatas en los costos de producción, en los precios finales y en la oferta de productos. Pero estas consecuencias van un poco más allá y se expresan, a veces, en variables más difíciles de cuantificar como son la contaminación, los accidentes y la congestión vehicular.
La respuesta a este panorama del recién aprobado Plan de Desarrollo para el sector transporte son inversiones orientadas a fortalecer el transporte de carga y pasajeros, modernizar los sistemas de transporte público, reducir los tiempos de viaje y los costos a través de la eficiente integración de los modos de transporte e identificar nuevas alternativas para la financiación y ejecución de proyectos de infraestructura y transporte a nivel nacional y regional.
En teoría estas metas suenan bien. Sin embargo, se podría acusar a la propuesta del gobierno de ser poco ambiciosa en algunos puntos importantes, como por el ejemplo, en el crecimiento de la red ferroviaria, en el mayor aprovechamiento de los ríos navegables y en los incentivos al uso de vehículos eléctricos.
Este último punto, el uso de vehículos eléctricos cobra particular importancia cuando el aire de nuestras ciudades empieza a mostrar síntomas alarmantes de contaminación, que además nos debe llevar a reevaluar las medidas restrictivas tomadas hasta ahora como el pico y placa, que ha sido implementada en varias capitales.
Por el bien del país, ojalá, el denominado pacto por el transporte del Plan de Desarrollo lleve a que Colombia dé un salto de calidad y gane en competitividad, que a su vez redundará en mayor desarrollo económico.