Directora de la Maestría en Derecho Internacional, madre de cinco hijas, esposa, profesora e investigadora de la Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas y de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, consultora para el Estado Colombiano, perito designada ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fundadora de la Academia Colombiana de Derecho Internacional y de la Sociedad Latinoamericana de Derecho Internacional, miembro de la junta directiva de la Asociación Americana de Derecho Internacional Privado (ASADIP) y miembro regular de la Asociación de Derecho Internacional (ILA).
La gran pregunta que pueden hacerse muchos es ¿cómo lo hace? ¿cuál es su secreto?. Si hay una palabra que pueda definir con precisión quién es María Carmelina Londoño es “pasión”. Su energía, su convicción, determinación y fuerza son capaces de romper las barreras que hoy nos imponen las pantallas, las notas de voz, llamadas telefónicas y los correos electrónicos.
“La vida me apasiona, soy una mujer con convicciones, una mujer que se toma muy en serio los compromisos y disfruta lo que hace”- María Carmelina Londoño.
La pasión no solo es lo que la describe, ha sido el elemento clave en la articulación de su proyección personal como mujer, madre y esposa, y como profesional. Su esposo, Juan Fernando Córdoba, afirma que en ocasiones no sabe cómo ella es capaz de atender todos los frentes, pero desde su mirada cercana y objetiva de su realidad familiar y laboral, está convencido de que la clave está en el amor y la pasión que imprime en todo lo que hace – en su trabajo y en su familia–.
María Carmelina es una mujer soñadora y apasionada. Inició sus estudios en derecho a los 16 años en la Universidad de La Sabana, aunque en un principio sus planes estaban orientados a estudiar relaciones internacionales en Austria. Planes que – afortunadamente– cambiaron gracias a que algunos amigos y familiares convencieron a sus padres de que aún era muy joven para irse del país. Hoy en día, observando esta decisión en retrospectiva, María Carmelina considera que la Providencia hizo un juego misterioso para unir en un mismo lugar, la Universidad de La Sabana, los detonantes de su proyecto de vida: allí conoció a su esposo, desplegó su vocación académica, ha hecho sus mejores amigos y ha moldeado su visión de la vida con las sinergias que surgen entre el derecho y la literatura. Esa fusión entre su familia, la universidad y el mismo derecho internacional constituyen su lugar en el mundo, un espacio sin fronteras.
“La Universidad fue la pieza clave para un cambio trascendente, eso que sucede cuando encontramos nuestro lugar en el mundo, nuestra vocación”.
Sus padres eran profesores, así que, influenciada por un entorno académico, su vocación por la docencia resultó evidente. Una vocación que se fue consolidando gracias a su inquietud intelectual, a la capacidad de sorprenderse y a la motivación y convicción de generar impactos capaces de transformar la sociedad. Esta convergencia de razones, se fue entretejiendo como hilos de colores en un telar, en el cual, con el paso del tiempo y de manera sincrónica, se enlazaron para consolidar una pieza colorida de lo que hoy se compone su vida: su familia, su profesión y su mayor propósito “educar, servir e inspirar a otros para trabajar por la justicia”.
Educar, inspirar y guiar a sus cinco hijas, también a los estudiantes que pasan por las aulas y al equipo con el que trabaja. Su compromiso se traduce en un trabajo que busca iluminar los escenarios del derecho internacional con su visión del derecho como herramienta que humaniza y que resulta indispensable para transformar positivamente la sociedad.
“Mi mamá siempre tiene algo para dar, ella es el amor y la pasión en persona, es armonía en todo su ser”- María José Córdoba (hija mayor).
Como ella lo describe, no hay muchas fronteras entre lo profesional y familiar; su maternidad y su rol como mujer en el derecho forman una unidad de vida que se enriquecen mutuamente. Así, los aprendizajes, herramientas y virtudes aportan de manera articulada en todos los escenarios en los que se desempeña, y todos requieren sacrificio, esfuerzo y una gran capacidad de trabajo y organización. En palabras de María Carmelina, la clave para poder dar respuesta a todos los frentes es el trabajo en equipo, tanto en casa como en su entorno laboral, “Juan y yo trabajamos en equipo, hemos diseñado estrategias muy nuestras, nos hemos preparado para la vida familiar y laboral, pero siempre hemos tenido una red de apoyo que nos da la mano en diferentes circunstancias y escenarios; la clave para lograr grandes cosas es trabajar en equipo”.
Con su capacidad de trabajo, liderazgo, determinación y sensibilidad social, centra sus esfuerzos en consolidar la imagen de la Universidad como un referente en derecho internacional en América Latina a través de su trabajo en la dirección de la Maestría en Derecho Internacional, sus aportes a la visión de sostenibilidad empresarial, así como con sus publicaciones. Su esposo, Juan Fernando afirmó que sus contribuciones académicas son realizadas con convicción desde el primer momento, porque de esta forma, puede aportar tangiblemente a la sociedad, convencida del papel e influencia fundamental del derecho y de la mujer.
Como abogada y madre, María Carmelina se autodenomina como una “feminista dialógica” pues reconoce la importancia del empoderamiento femenino para construir una sociedad justa, defiende con fuerza el valor insustituible que aportan las mujeres a las organizaciones, anima a sus estudiantes a derribar el mito –cada vez más difundido– de que los hijos obstaculizan el desarrollo de las madres. Esa articulación entre su vida familiar y laboral es tan estrecha que en la universidad se perciben sus talentos de madre y su casa se rige con total profesionalismo. Ese estilo de vida asumido explica por qué ella pone el mismo empeño al organizar el menú de comidas de la semana para su familia y preparar una clase magistral de derecho internacional.