Menstruación en centros penitenciarios, un tabú que atraviesa las rejas

La pobreza menstrual en los centros penitenciarios del país es una realidad latente. Pese a las regulaciones para garantizar acceso al uso de artículos de higiene femenina, a la fecha las condiciones continúan siendo precarias. Estudiantes de la Universidad de La Sabana adelantan investigaciones que revelan el estado real las personas menstruantes en las cárceles: un problema de salud pública.

Por: María Alejandra Gómez

Una mujer con dos hijos, una mujer soltera que nunca recibe visitas, una tía, una sobrina, una nieta, todas mujeres tras las rejas. Hoy, sin importar cuál fue el motivo que las mantiene recluidas del resto del mundo en una cárcel de Bogotá, enfrentan una situación común de las que todas padecen cada 28 días: pobreza menstrual.

La ONU, define este concepto como la falta de acceso a productos sanitarios, educación sobre higiene menstrual, baños, instalaciones de lavado de manos y gestión de los desechos.

No es para menos. En medio de una realidad carcelaria, en donde el hacinamiento de las cárceles femeninas llega al 86% y la falta de recursos están a la orden del día; algo simple a los ojos de las personas que se encuentran en libertad, tan elemental y básico como un tampón o una toalla higiénica, se convierte en un lujo para muchas mujeres.

Ante esto, estudiantes de la Universidad de La Sabana pertenecientes al Semillero de investigación Ciudadanía y Dignidad en cárceles, de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, han acudido a las mujeres de una cárcel en Bogotá con donaciones mensuales de estos artículos, que ayudan a reforzar el kit de higiene que recibe cada mes el centro penitenciario.

“Nosotras decidimos comenzar a recolectar toallas higiénicas y luego nos dimos cuenta de que esa no era la única problemática. Entonces ahí nació el semillero. Por ejemplo, la gente cree que lo más apropiado es llevar una copa menstrual pero las cosas son diferentes. El acceso el agua y a otros elementos necesarios para desinfectar una copa, en la cárcel, no siempre están a la mano”, cuenta Johana, una de las estudiantes que participa en el semillero.

“Entonces a través de encuestas, les hemos preguntado a las mujeres qué necesitan. En este ejercicio también nos hemos dado cuenta de que el tema igual sigue siendo un tabú. Son personas que no han tenido acceso a la educación y que muchas veces no saben ni qué es, ni cómo funciona una copa menstrual y cuál es la higiene que debe tener. Entonces, por un lado, se puede hacer la pedagogía, pero también encontramos que ellas están rotando todo el tiempo. Hoy 10 mujeres pueden manifestar querer usar una copa, mañana esas diez son remitidas a otro centro carcelario y las que quedan pueden estar queriendo usar una cosa diferente”, agrega.

Abordando la menstruación como un problema

Un proceso que en la realidad es natural se convierte en un problema cuando las mujeres no tienen los recursos para gestionarlo. Varios son los testimonios de mujeres privadas de la libertad en los cuales suelen manifestar que ante la ausencia de recursos, la forma en la que gestionan su periodo es con el uso de trapos, servilletas, papel higiénico e incluso algodón apretado con hilos que usan como tampón.

El asunto, se vuelve entonces aún más problemático cuando se entiende como un problema de salud pública

Para las participantes del semillero, más allá de las normas, la problemática es algo que debe abordarse desde dos frentes. No solo por medio del acceso oportuno y suficiente de estos implementos, sino también a partir de la educación menstrual.

En su última visita a la cárcel, Valeria estudiante de primer semestre, cuenta que hicieron énfasis en la educación. “Desarrollamos una pieza y les dimos cinco consejos, que aunque la gente cree que son básicos, son primordiales para poder llevar una salud menstrual digna, en especial si eres privado de la libertad. Hicimos mucho énfasis en la higiene, pero creo que al final el mensaje más importante fue el de ‘no estás solo’. Este es un tema del que se puede hablar, que se puede difundir con tranquilidad porque menstruar es un proceso natural y ellas necesitan ser escuchadas con esa misma paz. Entonces, aunque no es fácil y uno creería que entre todas podrían generar una red de apoyo, esto no pasa, porque es un tema que suscita pena y para ellas expresar lo que necesitan y con qué frecuencia lo necesitan es aún un tabú”, un tabú que hoy atraviesa las rejas para recibir acompañamiento y para dar a conocer cómo es el fuero de la libertad.

Menstruación: de la realidad a las leyes de papel

La falta de recursos de algunas mujeres privadas de la libertad ha llevado a que un paquete de toallas higiénicas sea materia de intercambio. Johana señala que en algunos casos las mismas reclusas han tenido que hacer trueque con los alimentos del centro penitenciario para acceder a estos artículos de higiene.

No es para menos. Hasta antes de la entrada en vigor de la ley 2261 del 2022, por medio de la cual “se garantiza la entrega gratuita, oportuna y suficiente de artículos de higiene y salud menstrual a las mujeres y personas menstruantes privadas de la libertad” a estas mujeres se les entregaba cada tres meses, un kit de aseo con solo diez toallas higiénicas, una cantidad insuficiente incluso para atender un solo periodo.

Con la entrada en vigor de la ley, no solo se dictamina que la entrega debe ser de 10 toallas cada mes, es decir, una cantidad tres veces mayor que la que se entregaba y una cantidad que para algunos expertos no es suficiente, si se contempla que el uso de una toalla higiénica no debe superar las 4 horas.

“Es una situación compleja en donde las leyes existen, pero que no alcanzan a dimensionar el contexto de una cárcel y cómo esto tiene un impacto en la menstruación femenina. Hay un montón de rubros en donde las necesidades no se ven atendidas por la lógica en la que está construida la cárcel. Hay un énfasis en las necesidades masculinas. Hay un desconocimiento sobre lo qué significa menstruar, sobre lo que se necesita para menstruar y tener dignidad. No se ha investigado cárcel por cárcel cómo es tener una menstruación. Uno entiende que la menstruación trasciende cuando se pregunta si hay espacios seguros e higiénicos, educación y rubros que en la actualidad no están siendo satisfechos por las autoridades penitenciarias”, afirma Mariana Echeverri, una de las estudiantes del semillero y quién se ha dedicado a investigar el tema para su trabajo de grado.

Lo anterior, surge en un contexto en el cual, según el portal de la Cruz Roja en Colombia, el número de mujeres privadas de la libertad en centros penitenciarios del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) va en aumento. De hecho, de 1991 a junio del 2018 se estima que se presentó un aumento de esta población del 429%, superior al aumento de ingresos de hombres a los centros penitenciarios, que para el mismo periodo fue del 300%.

Aunque los datos dan cuenta de una realidad latente, donde las necesidades son muchas y la gestión de los recursos pareciera no dar abasto, las normas que procuran mejorar las condiciones de la cárcel y la dignidad de las mujeres y personas menstruantes en la cárcel parecen no salir del papel. El acceso a condiciones de aseo personal al estar tras las rejas, entre las duchas de agua fría, la falta de privacidad al momento del aseo personal y la deficiencia en el suministro de agua son condiciones que no contemplan y que siguen siendo el día a día de toda mujer privada de la libertad a la que cada 28 días le llega el periodo.