La diplomacia científica

Por: Por Alejandra González*, directora de Relaciones Internacionales de la Universidad de La Sabana.

Desde el inicio de la pandemia, se ha observado un trabajo sin precedentes entre diversos grupos de investigadores en el mundo, con el fin de alcanzar un objetivo común: la vacuna contra el COVID-19. Esta carrera se convirtió en una oportunidad de colaboración internacional con el intercambio de informaciones y de los avances de las acciones de ciencia abierta entre redes y grupos de científicos, incluidas las relaciones diplomáticas delicadas entre países.

Las pandemias hacen parte de los llamados “problemas perversos” y requieren soluciones donde converjan las diversas regiones del mundo. Para llegar a negociaciones sobre su uso, exploración o explotación, siempre son urgentes las discusiones sobre la pobreza, la desigualdad, el cambio climático y demás objetivos de la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), e incluso las denominadas tierras “de nadie”, como mares/océanos, la Antártida y el espacio estelar.

Los llamados problemas perversos se han exacerbado a raíz de la pandemia y es evidente  que, para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030, se requieren más y nuevas formas de colaboración entre los países, menos competitivas, y que incluyan a nuevos actores distintos a los tradicionales de la diplomacia y los gobiernos. Las redes de científicos, y la academia por supuesto, están llamadas a ser proactivas para buscar soluciones colectivas a los desafíos planteados.

La diplomacia científica, entendida como las acciones que se adelantan en la interfaz entre la ciencia y la diplomacia, es un buen mecanismo para promover el trabajo colaborativo entre científicos de diferentes países y solucionar retos comunes.

La diplomacia científica, entendida como las acciones que se adelantan en la interfaz entre la ciencia y la diplomacia, es un buen mecanismo para promover el trabajo colaborativo entre científicos de diferentes países y solucionar retos comunes.

Muchos países cuentan con políticas y estrategias de diplomacia científica para promover la colaboración en torno a los retos globales, pero también para impulsar intereses nacionales. Panamá ya cuenta con una política y unas iniciativas en el alto Gobierno.

Sin embargo, salvo algunas excepciones, este asunto aún no ha tocado las puertas de las universidades en Latinoamérica. Una buena estrategia de diplomacia científica depende de la capacidad de contar con personal científico interesado y con las competencias necesarias para interactuar con diplomáticos o con personas que se mueven en los ámbitos internacionales, en los que se negocian acuerdos estratégicos sobre áreas con un fuerte componente científico. Las universidades deberían facilitar las actividades y programas para desarrollar dichas competencias.

Muchos centros de pensamiento, investigación e innovación también pueden promover y facilitar los mecanismos para que el estudio
científico solucione las problemáticas globales y locales. Esto acercaría la investigación de las universidades a otros sectores de la sociedad. Con la voluntad política, se tomarían decisiones con base en las evidencias y la investigaciónmconformaría parte del debate científico sobre cuestiones de interés global.

Las universidades no deben desconocer su función frente a estas dinámicas internacionales de colaboración y deben reflexionar sobre su responsabilidad, sobre todo cuando los problemas, por más globales que sean, están afectando a nuestras familias y comunidades.

*Con la colaboración de Luisa Echeverría, consultora de educación superior.