¿Duele una ruptura amorosa? Sí, duele. El cerebro responde a ese dolor, pero también empieza a trabajar para recuperar la tranquilidad, la propia felicidad desde cada uno y con los propios recursos, logrando nuevamente un equilibrio.

Con el tiempo y con el avance de la tecnología, se han podido conocer los cambios físicos y neuronales que se dan en una persona cuando se enamora; el enamoramiento eleva los niveles de dopamina y reduce los de serotonina, lo cual es comparado con el efecto que produce una droga psicotrópica en el cerebro, produciendo una conexión entre aquello que produce deseo y el placer de poseerlo. En esta etapa del enamoramiento, son estas dos moléculas las encargadas de cada una de las nuevas sensaciones que experimenta el enamorado, ya que actúan como neurotransmisores enviando información al sistema nervioso central. 

La persona enamorada experimenta un estado de perturbación mental unido a un corazón desbocado, ajeno a su voluntad, que compromete todos los sentidos internos y externos en función del otro. Por eso, durante esta etapa de la relación, hay áreas del cerebro que se apagan, porque el entusiasmo y las sensaciones son tan fuertes que el juicio tiende a desaparecer. Conforme se avanza en la relación, son la oxitocina y la vasopresina (hormonas) las encargadas de formar vínculos emocionales sólidos y relaciones estables, produciendo en la pareja no solo felicidad, sino también un alto nivel de confianza y de seguridad.

Pero, ¿qué pasa en nuestro cerebro cuando hay una ruptura amorosa? Todo el que haya terminado una relación, sin importar el tiempo de duración de esta, habrá experimentado la dificultad de olvidar. Un recuerdo impulsado por un estímulo (un lugar, un perfume, una canción, una película, una fecha, etc.) puede producir diferentes sensaciones físicas (nervios, sudoración, temblor, entre otras). Esto pasa con frecuencia, y se produce por la desaparición de las hormonas dopamina y oxitocina y la segregación de cortisol (hormona), que aparece frente a eventos en los que hay sufrimiento y preocupación, y refleja el tan escuchado dolor en el pecho, como si el corazón estuviera roto.

Precisamente, cuando se habla de un gran amor, se habla de alguien con quien se han compartido momentos únicos e irrepetibles de la vida, quien de manera significativa ha generado una sensación especial que se quiere conservar siempre. Así, no se imagina la vida sin esa persona. Esa construcción de un “los dos” y todas las vivencias fuertes son detectadas por la amígdala de las emociones; esta, a su vez, envía la información al hipocampo, donde se encuentra la memoria declarativa y de fijación. Una vez allí, los recuerdos y las sensaciones pueden volver en cualquier momento, porque, a mayor fijación (momentos, palabras y frases especiales), mayor reacción de la amígdala ante cualquier estímulo.

Hay quienes dicen que el tiempo lo cura todo, que el estado de tristeza o de melancolía por una ruptura, que sumerge a la persona en un estado de infelicidad crónica, nunca acabará. De hecho, para algunos,  si es un amor de muchos años, se da por sentado que no se olvidará jamás. La pregunta que podría afirmarlo es la siguiente: ¿se olvida algo de lo vivido? Es cierto que las conexiones cerebrales frente a esos recuerdos bajan su potencia con el tiempo y, por ello, los recuerdos ante esa persona no tienen la misma intensidad, porque como en todo proceso de duelo llega la etapa final en la que se acepta que esa relación terminó. Sin embargo, no es posible olvidar un gran amor; ningún amor se puede olvidar porque no es un objeto o una propiedad, como la billetera o un saco. Esos objetos pueden olvidarse aun necesitándolos, pero… ¿quién olvida a un ser amado?  

Quizás el lenguaje correcto sería decir que se ha logrado superar el dolor, la tristeza y la ausencia hacia esa persona, para continuar la vida. Es decir, los recuerdos y las vivencias estarán siempre presentes, pero podrán vivirse con una actitud diferente.

¿Duele una ruptura amorosa? Sí, duele. El cerebro responde a ese dolor, pero también empieza a trabajar para recuperar la tranquilidad, la propia felicidad desde cada uno y con los propios recursos, logrando nuevamente un equilibrio. ¿Cuánto durará? Depende de cada persona, por aquello de la singularidad; unos se niegan a salir del proceso, otros se retan, y otros solo lo viven y se enfrentan a la vida.

Tres recomendaciones para superar una ruptura amorosa

  • Sentir y expresar, solo o acompañado, el dolor, la frustración, la angustia, la preocupación y el sinsentido de la vida frente a esta ruptura, sin quedarse ahí. Está bien desahogarse las veces que sea necesario, pero hay que secarse las lágrimas y continuar. Practicar ejercicio es una buena alternativa.
  • Alejar los pensamientos de culpabilidad (“¿qué hice mal?”) y de no ser suficiente (“me cambió por algo mejor”); es momento de pensar en uno mismo y de recuperar el amor propio. Victimizarse no es una opción.
  • Recordar que todo en la vida es un aprendizaje. Aunque todo se vea negro en este momento, después será diferente. Refugiarse en los seres queridos ayudará a saber que hay compañía. Cuando se intenta soltar, pero sin dejar ir, y se nota que cuesta demasiado superar ese pasaje de la vida, es necesario buscar la ayuda de un profesional; de seguro juntos encontrarán el rumbo adecuado para hallar el equilibrio emocional.