Lo que revelan los textos antiguos sobre los Juegos Olímpicos 

Por: María Alejandra Gómez

Hasta ahora, los Juegos Olímpicos han despertado emociones y preguntas vinculadas a sus competiciones. Para ahondar un poco en esos datos curiosos que además se remiten a tiempos antiguos, nos dimos a la tarea de revisar lo que dice la literatura.  

En sus inicios los Juegos Olímpicos fueron considerados por los griegos como un regalo de los dioses a la antigua Grecia. 

Comenzaron a celebrarse en el año 776 a. C. Se trataba en ese entonces de un evento religioso de seis días en honor a Zeus, que tenía lugar cada cuadro años en Olimpia.  

Era el evento cultural más importante de la Antigua Grecia y se estima que hubo alrededor de 293 olimpiadas consecutivas.  

Tras la cancelación de los juegos, por orden del emperador Teodosio I (347-395 d. C.), quien los consideraba una práctica pagana, y su resurgimiento en 1894, los juegos se han convertido en un prestigioso evento donde los mejores deportistas del mundo se reúnen para competir

En tal sentido, su esencia se mantiene, tal como lo muestran registros de la antigüedad que dan cuenta de la importancia de este evento. 

Con el objetivo de identificarlos, consultamos a Ronald Forero, profesor de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de La Sabana, y licenciado en Español y Filología Clásica sobre los secretos mejor guardados de las olimpiadas.  

Sobre el origen divino y la premiación de los Juegos Olímpicos 

Además de jugar y comprometerse a llevar a cabo un juego limpio, en la antigüedad, los ganadores no recibían medallas como las que hoy se entregan a los tres primeros puestos de una competición. Los juegos, al ser considerados como un compromiso honorífico, otorgaban como premio al ganador, una sencilla corona de hojas de olivo, que significaba la gloria eterna

Ronald Forero, explica que Heródoto, en el libro VIII (26) de su Historia, hace referencia a esto

"Los persas, por su parte, los condujeron a presencia del rey y les preguntaron qué era lo que estaban haciendo los griegos (un único portavoz persa fue quien les formuló esa pregunta). Los arcadios les dijeron que los griegos estaban celebrando los Juegos Olímpicos; es decir, que debían de estar asistiendo a unos certámenes atléticos y ecuestres. Al preguntar acto seguido el persa cuál era el premio que tenían establecido en sus competiciones, los arcadios le respondieron que al vencedor se le concedía una corona de olivo. Fue en aquellos momentos cuando Tritantecmes, hijo de Artábano, fue tachado de cobarde por el monarca al expresar una opinión que denotaba gran nobleza. Resulta que, al enterarse de que el premio consistía en una corona y no en dinero, no pudo guardar silencio y exclamó delante de todos: «¡Ay, Mardonio, contra qué clase de gente nos has traído a combatir! ¡No compiten por dinero, sino por amor propio!»" (Trad. Carlos Schrader). 

El reconocimiento en sus territorios 

En la actualidad, en un país como Colombia, los deportistas que traen medallas reciben un incentivo por su mérito. 312 millones de pesos recibirá el deportista que traiga una medalla de oro; 182 millones de pesos, quien gane una medalla de plata; y 130 millones de pesos serán entregados por aquel que logre ganar una medalla de bronce. Pero este tipo de reconocimientos no son nuevos. Si bien, en la antigüedad el premio en Olimpia era una simple corona elaborada en hojas de olivo, cuando los deportistas regresaban a sus ciudades de origen, recibían muchos premios y regalos de parte de sus compatriotas.  

En la Iliada de Homero, libro en el que se describen por primera vez competiciones deportivas, los premios a los que podían acceder los ganadores variaban. 

“Y sacó de las naves premios para los certámenes: calderas, 

trípodes, caballos, mulas, magníficas cabezas de reses, 260 

mujeres de bellos talles y grisáceo hierro.     

Primero para los velocípedos cocheros espléndidos premios 

instituyó: ganaría una mujer, experta en intachables labores, 

y un trípode con asas, de veintidós medidas, 

el primero; para el segundo estableció como premio una yegua 265 

de seis años, indómita, preñada de una cría de mula; 

para el tercero fijó una caldera intacta por el fuego, 

bella, con cuatro medidas de capacidad, blanca aún de nueva; 

para el cuarto estableció como premio dos talentos de oro,  

y para el quinto una urna de doble asa no tocada por el fuego” (Trad. Emilio Crespo Güemes). 

La diosa de la victoria y una marca de zapatos 

Aunque ganar una competición se consideraba algo más que un primer lugar, también existían una serie de significados mitológicos en torno a la idea de la victoria. Según Ronald Forero, “en las Metamorfosis de Ovidio (VIII, 11-13), el poeta señala que una vez el competidor ganaba, la diosa Victoria –Nike en griego–, como emisaria de Zeus o Atenea, llegaba volando al vencedor. Las alas, según Ovidio, simbolizaban a aquel vencedor que no se decidía sino hasta el último momento”. 

“Salían por sexta vez los cuernos de la luna creciente y la suerte de la guerra se mantenía en el aire: largo tiempo vuela la Victoria de uno a otro contendiente con alas indecisas”, se lee en la versión de José Carlos Fernández Corte y Josefa Cantó Llorca.   

Nike, cuya representación estuvo alguna vez sostenida en una de las manos de la estatua de Atenea en el Partenón de Atenas (Grecia), llevaba en sus manos una corona de hojas de olivo. Hoy, para muchas personas es la prestigiosa marca deportiva de zapatillas y ropa deportiva, que también patrocina los Juegos Olímpicos y que pretende vestir a muchos ganadores.

La tregua en los Juegos Olímpicos 

Sin importar las guerras que se presentaran entre las diversas comunidades griegas, los Juegos Olímpicos eran considerados un momento para pactar una tregua sagrada, que en cierta manera convertía las diferencias en competencias deportivas. No había razón para obstaculizar el viaje de quienes asistían para competir o quienes iban como asistentes a las contiendas. “Según la costumbre, la ekecheira o “tregua” ponía fin a los conflictos desde siete días antes del comienzo de los Juegos hasta siete días después de su conclusión”, reza la tregua olímpica en la web oficial de los Juegos Olímpicos. No obstante, hubo violaciones, como la de los espartanos durante la Guerra del Peloponeso. Se les prohibió participar y se les multó con 2.000 minas, una mina por cada soldado enviado, según el testimonio de Tucídides (V, 49), unos 73 millones de dólares, si tomamos como referencia la mina ateniense, que equivalía a 15,40 onzas de oro, y el precio de la onza de oro en 2400 dólares. 

Este espíritu, fue el que promovió su renacimiento en tiempos modernos. La independencia de Grecia en 1821 inspiró a Panagiotis Soutsos y Evangelos Zappas la idea de revivir los juegos antiguos, idea que retomó Pierre de Coubertin para la conformación del primer Congreso Olímpico de 1894. Así mismo, la ONU hizo un llamado a la tregua olímpica desde 1992, durante las Guerras Yugoslavas, y hace un año se convocó una del 19 julio del 2023 al 15 de septiembre de este año

De las mujeres y la gloria  

Si bien, solo hasta el año 1900 las mujeres pudieron participar en los Juegos Olímpicos y se dice que en la antigüedad podían asistir solo como espectadoras –no como competidoras–, los textos antiguos dan cuenta de una realidad adicional. La ausencia de las mujeres en el ámbito deportivo no es del todo cierta. Según el profesor Forero, Pausanias habla de los Juegos Hereos en su Descripción de Grecia (VI, 12), que consistían en “una competición de carreras para muchachas. No son todas de la misma edad, sino que corren en primer lugar las más jóvenes, en segundo lugar, las siguientes a éstas en edad y, finalmente, las muchachas de más edad. Y corren de esta manera: su cabello está suelto, la túnica les llega un poco por encima de la rodilla, y muestran el hombro derecho hasta el pecho. Éstas tienen también el estadio olímpico asignado para los juegos, pero para la carrera en el estadio les quitan la sexta parte aproximadamente. A las vencedoras les dan coronas de olivo y una parte de una vaca sacrificada a Hera y pueden ofrendar estatuas con una inscripción” (Trad. María Cruz Herrero Ingelmo). 

De la desnudez al uso de la ropa 

Los deportistas en Olimpia competían desnudos, pero no eran los únicos sin atavíos. Los entrenadores, también debían asistir sin ropas. Forero indica que en el libro VI (6) de la Descripción de Grecia de Pausanías,  se narra la historia de una mujer que ingresa a ver los Juegos como una intrusa.  

“Ella, habiendo muerto antes su marido, se disfrazó perfectamente como un entrenador y llevó a Olimpia a su hijo a luchar. Y cuando ganó Pisírodo, Calipatira, al intentar saltar por encima de la tapia donde tienen confinados a los entrenadores se quedó desnuda. Así se descubrió que era mujer, pero la dejaron marchar sin castigo por consideración a su padre, sus hermanos y su hijo —pues todos ellos habían conseguido victorias olímpicas—; con todo promulgaron una ley según la cual en adelante los entrenadores entrasen desnudos en los Juegos” (Trad. María Cruz Herrero Ingelmo).  

El número de contiendas 

A lo largo de los años se han sumado nuevos deportes a los Juegos Olímpicos. Este año serán 45 disciplinas en las que más de 10.500 atletas participarán. Sin embargo, las disciplinas que se mantienen vigentes desde la antigüedad son pocas. El atletismo, el lanzamiento de disco, el lanzamiento de jabalina, los concursos ecuestres y el salto de longitud y deportes de combate como la lucha y el boxeo, han logrado mantenerse casi como una tradición a lo largo de los siglos. Uno de los ejemplos más significativos de la presencia de estos deportes se halla en un fragmento de la Ilíada. Al largo del canto XXIII, Aquiles, en honor a Patroclo, su amigo y compañero de armas asesinado por Héctor, convoca a varios participantes a unos juegos entre los cuales los deportes de combate y las carreras de velocidad destacan.  

“¡Atrida y demás aqueos, de buenas grebas! 

Invitemos a los dos hombres mejores a que por estos premios 

se golpeen con los puños elevados en lo alto; al que Apolo 

 dé más resistencia, y lo reconozcan así todos los aqueos, (...) 

El Pelida al momento propuso otros premios de velocidad 

una argéntea cratera labrada, que tenía seis medidas 

de capacidad y en belleza superaba a todas las de la tierra (...) 

Aquiles la fijó como premio de los juegos en honor de su compañero 

para el más rápido y raudo en la carrera pedestre. 

Para el segundo propuso un buey enorme y pingüe de grasa 

y estableció como último premio medio talento de oro 

Se puso en pie y erguido proclamó entre los argivos: 

«Levantaos los que queráis participar en esta prueba.”