En el entorno universitario, los estudiantes afrontan diversos desafíos que requieren abordar situaciones complejas con eficacia y tranquilidad. Paola Arbeláez, profesora del Instituto de La Familia, destaca que, en este contexto, la inteligencia emocional emerge como un recurso invaluable que puede marcar una diferencia significativa, tanto en el rendimiento académico como en el bienestar general de los estudiantes universitarios.

Las emociones desempeñan un papel fundamental en la vida cotidiana y permiten evaluar y comprender qué le sucede a cada persona. En este sentido, la profesora Arbeláez resalta que conocer y gestionar estas emociones otorga la capacidad de interpretar las propias realidades internas y comprender mejor a las personas del entorno. Este conjunto de habilidades, conocido como inteligencia emocional, abarca la conciencia emocional, que implica la identificación y comprensión de las propias emociones, así como su influencia en las acciones y los pensamientos. Además, engloba la habilidad de manejar emociones negativas, cultivar emociones positivas y fomentar la empatía, permitiendo una interacción efectiva con otros individuos.

La profesora Paola Arbeláez subraya que el desarrollo de la inteligencia emocional puede ejercer un impacto profundamente favorable en el rendimiento académico de los estudiantes universitarios. Esto se evidencia en la capacidad de gestionar adecuadamente el estrés y la presión académica, con el fin de evitar que las

El desarrollo de la inteligencia emocional contribuye al éxito personal y profesional, además de mejorar la calidad de las interacciones y experiencias en la vida.

emociones negativas interfieran con su enfoque y concentración, lo que a su vez les permite mantenerse firmes en la búsqueda de sus objetivos académicos. Asimismo, la inteligencia emocional fomenta la empatía y la comunicación asertiva; habilidades esenciales para establecer relaciones sólidas con los compañeros y profesores. Estas relaciones facilitan el trabajo en equipo, la colaboración y el aprendizaje mutuo.

Algunas recomendaciones prácticas para fortalecer la inteligencia emocional de los estudiantes y mejorar su bienestar general durante su experiencia universitaria incluyen los siguientes aspectos:

Fomentar la autorreflexión. Esto implica reconocer y comprender las propias emociones, regular las reacciones impulsivas y tomar decisiones racionales, en lugar de dejarse llevar por las emociones negativas. En este sentido, resulta útil llevar un diario de emociones o practicar ejercicios de toma de conciencia emocional.

Ser asertivo emocionalmente. Ser capaz de transitar por la emoción sin negarla o reprimirla, sino aceptándola. Los hechos cotidianos están muchas veces por fuera de nuestro control; sin embargo, sí está en cada uno elegir la mejor manera de expresar o manifestar aquella afectación.

Mostrar empatía con todos los que conforman la comunidad universitaria. Relacionarse a un nivel más profundo y personal con los demás, comprender sus necesidades emocionales y brindar apoyo.

Evaluar y comprender las propias emociones en el proceso de toma de decisiones. Al ser conscientes de las propias emociones y de cómo pueden sesgar los juicios, es posible tomar decisiones más informadas y racionales.

Inspirar y motivar con el ejemplo. Fomentar un entorno universitario inclusivo y de apoyo, en el cual los estudiantes se sientan seguros para expresar sus emociones y buscar ayuda cuando sea necesario.

La profesora Paola Arbeláez recuerda que las emociones son constantes en la vida y, por lo tanto, es esencial aprender a escucharlas, conocerlas y transitarlas. El desarrollo de la inteligencia emocional contribuye al éxito personal y profesional, además de mejorar la calidad de las interacciones y experiencias en la vida.

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