Uno de los temas que investigo desde la lingüística y la literatura es el de las canciones de amor y desengaño. Así que, a propósito de que estamos en el mes de los enamorados, compartiré algunos hallazgos de la poesía popular que le canta al amor.

Las canciones de amor y desengaño son piezas de microficción escritas a modo de enunciado, es decir, como un mensaje que una persona le envía a otra con una intención originada por un sentimiento o un deseo. En el Corpus de Canciones de Amor y Desengaño (CCAD), un conjunto de datos creado para estas investigaciones, encontramos que casi una de cada cinco canciones pretende cortejar a la otra persona y que otras intencionalidades frecuentes son enaltecer, reprochar, lamentarse y despedirse. A su vez, las emociones más retratadas son el enamoramiento, la melancolía, la decepción, el cariño y el deseo.

Lo interesante es que, cuando escuchamos y analizamos las canciones de amor escritas en español de los últimos 100 años, notamos que las estrategias discursivas, los valores y la apreciación por la persona a quien se dirige el mensaje son los mismos, aunque varíe la expresión.

Por ejemplo, una de las estrategias de la canción de cortejo es la de concebir a la otra persona como un elemento que dotará de sentido a la existencia y armonizará al mundo concediendo el amor. Así lo hacía explícito Gardel en 1935, cuando cantaba:

El día que me quieras / la rosa que engalana / se vestirá de fiesta / con su mejor color.

(El día que me quieras).

Y también lo vemos en La creciente, escrita por Hernando Marín para el Binomio de Oro en 1976:

Y así como las nubes se detienen, / después de un vendaval viene la calma. / A todo río le pasa la creciente, / pero es el amor que llevo en mi alma.

El sentimiento del amor llega a ser tan profundo que se declara como la única condición que traería felicidad o dotaría de sentido a la existencia:

Cuando quieras / quitarme la vida, /no la quiero para nada, / para nada me sirve sin ti.

(Piensa en mí. Agustín Lara. Texto de María Teresa Lara y Agustín Lara, 1935).

Busque una canción que declare amor, de cualquier época, y probablemente encontrará ese rasgo:

Vivir la vida sin ti es algo como morir, / es caminar sin mirar, es como cantar sin oír, / es hablar sin respirar, es comer sin digerir / porque yo descubrí que eres la forma perfecta / la medida exacta, justa para mí. Y es así.

(Te espero sentada. Shakira, 1995).

Pero en la canción de amor, las intenciones no son siempre inocentes. En numerosos casos, el objetivo es convertir a la otra persona en objeto de deseo. En ellas, se concibe el amor como un hechizo, cuyos síntomas son la tentación, la pérdida del juicio y la obsesión, que se habrán de curar solamente con el encuentro físico. ¿Piensa que se trata de canciones más modernas porque las de antaño son poéticas y románticas? No necesariamente es así. Miremos lo posesivo que llega a ser este texto de Chico Novarro:

Ya no puedo acercarme a tu boca / sin deseártela de una manera loca. / Necesito controlar tu vida, / saber quién te besa y quién te abriga.

(Algo contigo. Chico Novarro, 1976).

La canción de deseo mimetiza sus intenciones en el género tropical, donde puede sugerir que no hay más remedio que ceder:

Procura coquetearme más / y no reparo de lo que te haré. / Procura ser parte de mí /y te aseguro que me hundo en ti. / Procura no mirarme más / y no sabrás de qué te perderás. / Es un dilema del que tú ni yo podemos escapar.

(Procura. Chichi Peralta. Texto de Jandy Feliz, 1997).

Y, por supuesto, en la canción de deseo se permite la infidelidad:

Una aventura es más divertida / si huele a peligro.

(Propuesta indecente. Romeo Santos, 2013).

Ya sea por amor o por deseo, la persona destinataria del amor puede concebirse como: 

Complemento imprescindible:

Usted es mi esperanza, / mi última esperanza, / ¡comprenda de una vez!

(Usted [es la culpable]. Los Tres Diamantes. Texto de José Antonio Zorrilla, 1955).

Entra en mi vida. / Te abro la puerta. / Sé que en tus brazos ya no habrá noches desiertas.

(Entra en mi vida. Sin Bandera. Texto de Leonel García y Noel Schajris, 2001).

Objeto inalcanzable:

Es más fácil llegar al sol que a tu corazón.

(Rayando el sol. Maná. Texto de José Fernando Emilio Olvera, 1990).

Proveedor de consuelo:

Y la luz de tus ojos divinos / cambiaron mis penas por dicha y placer

(Paloma querida. José Alfredo Jiménez. Texto de José Alfredo Jiménez, 1969).

Prefiero una noche entera en vela, a tener el alma en vilo / Dame una noche de asilo.

(Asilo. Jorge Drexler. Texto de Jorge Drexler, 2017).

Pero no hay canción de amor sin canción de desengaño. La intención más típica en ella es la del reproche, donde se le echa en cara una falta a la otra persona. Por ejemplo, ser perpetradora de engaño:

No tienes por qué inventar, / pues tu ropa huele a leña de otro hogar.

(Tómame o déjame. Mocedades. Texto de Juan Carlos Calderón, 1974).

En el reproche, la persona antes destinataria del amor ahora es percibida como un objeto devaluado:

Si una vez dije que te amaba, / no sé lo que pensé. Estaba loca.

(Si una vez. Selena. Texto de Pete Astudillo y Abe Quintana, 1994).

Vale más una empanada / que tu desgraciado amor.

(Vale más una empanada. Alex Vargas. Texto de Alex Vargas, 2017).

Por su parte, el amor deja de ser un sentimiento que cataliza la felicidad y se convierte en una enfermedad intratable que produce dolor, tristeza profunda y vergüenza social.

¿Qué gano con decir que una mujer cambió mi suerte? / ¡Se burlarán de mí! ¡Que nadie sepa mi sufrir!

(Que nadie sepa mi sufrir. Julio Jaramillo. Texto de Enrique Dizeo, 1936).

Me lleno de adornos. / Sufro de trastornos. / Siempre te quiero llamar. / No quiero nada, nada, nada / y es que soy tan complicada / ¡Ayayay de mí!

(Si tú me quisieras. Mon Laferte. Norma Monserrat Bustamente, 2015).

Qué rabia me da el amor, voy a arrancármelo / Qué rabia me da el amor, voy a quedármelo / Prefiero lo tortuoso del ritual / Que lo decoroso de estar siempre igual.

(Arrancármelo. WOS. Texto de Valentín Oliva (WOS) y Facundo Yalve, 2022).

Sobre el reproche en las canciones, hay mucho por contar. También sobre otras intenciones y emociones. Sin embargo, hasta aquí llega el espacio disponible. Quizá podamos seguir hablando o escribiendo sobre esto en otra oportunidad.