Cuidemos la salud mental de nuestros adultos mayores
Estar en casa ha representado un reto para adultos y menores. La familia se unió entorno a las actividades cotidianas en un mismo espacio. No obstante, aquellos que tienen a su cuidado niños o adultos mayores tienen desafíos diferentes para afrontar esta situación.
El impacto psicológico, sobre todo para aquellas personas mayores de 60 años, incluso teniendo un perfecto estado de salud, puede generar ansiedad e incertidumbre y, por supuesto, un cambio en la forma en la que hasta hoy desarrollaban su cotidianidad. Adicionalmente, teniendo en cuenta que son la población con uno de los riesgos más altos ante el posible contagio de coronavirus, el miedo puede ser una emoción latente.
Como cuidador, usted puede ayudarle a sus padres, suegros o abuelos. Campus habló con la psicóloga Natalia Esparza, magister en psicología clínica y profesora de la Facultad de Psicología, quien expone algunas recomendaciones frente a la situación.
¿Cómo explicarle a una persona mayor la necesidad de cumplir la norma, aun cuando ellos tienen un mayor nivel de autoridad?
Para todas las personas, comprender la norma de aislamiento obligatorio resulta complejo, pues la restricción a la libertad de movimiento, manejo de rutinas y las modificaciones que ello conlleva representan un generador de ansiedad, incertidumbre e incluso en algunos casos puede desencadenar problemáticas psicológicas o empeorar cuadros clínicos en cuanto a lo que a salud mental se refiere. Para los adultos mayores, explicar la norma y promover un entorno de seguridad y ajuste es una tarea en la que todos participamos. Debemos partir del hecho de reconocer que las personas de la tercera edad merecen, ante todo, respeto a su autonomía y configuran figuras de la autoridad.
Es común que quienes se encuentran bajo el cuidado de los adultos mayores, sean miembros de la familia como hijos o individuos menores que ellos. Por lo tanto, para el adulto mayor, puede ser difícil asimilar que un joven direccione su cotidianidad. Es necesario un dialogo claro, concreto y abierto en el que el adulto mayor participe activamente y el cuidador explique los riesgos que conlleva el incumplimiento de la norma especialmente en términos de salud. Pero además de la explicación, el cuidador debe asumir una actitud empática que le permita hacer lectura de la percepción que el adulto mayor tiene sobre la situación actual. La identificación por parte del cuidador de las emociones de la persona de tercera edad, la validación de lo que siente y piensa evitando la minimización de la experiencia emocional, así como la emisión de juicios de valor es fundamental. A cambio de ello, es recomendable que el cuidador promueva la observación, alejándose de prejuicios o consideraciones del adulto mayor como persona incapaz. Todo ello, podría abrir una comunicación efectiva y afectiva que tanto requiere el adulto mayor para ajustarse al aislamiento. Es importante, además, que más allá de una imposición, el cuidador ofrezca opciones de actividades que motiven y den estructura a una rutina dentro del hogar, para que la persona de la tercera edad perciba la conservación de su autonomía. Promover acceso a información no solo por parte del cuidador sino a su vez de fuentes sencillas y confiables que grafiquen los verdaderos riesgos que permitan que el adulto mayor triangule esta información con las intenciones del cuidador. Contribuir igualmente a la adaptación a recursos tecnológicos es una posibilidad para la asimilación de la norma. Entonces, es menester brindar ambientes de aprendizaje en los que el cuidador enseñe al adulto mayor el uso de tecnologías simples encaminadas a crear habilidades que permitan que la persona de tercera edad se sienta útil, continuando la ejecución de tareas que hacían parte de su cotidianidad e independencia; por ejemplo, el desarrollo de sus actividades bancarias online. Ello favorecerá la percepción en el adulto mayor como agente activo de su propio ajuste, así como acortará la brecha generacional que tantas veces se siente por el desconocimiento en la utilización de éste tipo de estrategias.
¿Por qué los mayores pueden llegar a ser tan "tercos”? ¿Cómo podemos ayudarlos en estos momentos?
Los adultos mayores tienen un establecimiento de rutinas particularmente estructurado por sus años de vida, experiencias propias y por un deseo intrínseco de sentirse satisfechos consigo mismos y útiles para la sociedad evitando que el contexto los catalogue como inhábiles o que den apreciaciones de pérdida de valía y capacidades en ellos. Probablemente, una de las razones centrales de ser “tercos” tiene que ver con el desconocimiento en manejo de estrategias para cubrir necesidades cotidianas como pagos de compromisos económicos o que se les obligue a alejarse de prácticas religiosas o espirituales que dan sentido a su cotidianidad. Un alto porcentaje de las personas de tercera edad tiene una disciplina muy estricta de las obligaciones bancarias. Incluso estas responsabilidades hacen parte de su distracción por lo cual los niveles de ansiedad aumentan y si bien las rutinas de cualquier persona están alteradas, en un adulto mayor implica un nivel de malestar e incertidumbre superior al que experimentan personas de menor edad dado que la obligación bancaria, proveerse de productos de la canasta familiar entre otras actividades prohibidas en este momento, están íntimamente ligadas al ocio, la diversión y la autopercepción de utilidad.
Es necesario un dialogo claro, concreto y abierto en el que el adulto mayor participe activamente y el cuidador explique los riesgos que conlleva el incumplimiento de la norma especialmente en términos de salud. Pero además de la explicación, el cuidador debe asumir una actitud empática que le permita hacer lectura de la percepción que el adulto mayor tiene sobre la situación actual.
Dado lo anterior, el primer paso para favorecer el ajuste de nuestros adultos mayores es la comprensión empática de su realidad como lo mencionaba en la pregunta anterior. A su vez brindar acompañamiento en el manejo de los recursos virtuales paralelo a vincular al adulto mayor al dominio autónomo de los mismos. Respetar y priorizar las necesidades de cada adulto mayor con las individualidades respectivas y en línea con ello promover actividades que den sentido a su vida según su escala de valores, son opciones para que, en compañía de la familia y a través del uso de redes virtuales, las personas de tercera edad se ajusten. Es importante señalar que el uso de recursos virtuales puede contactarlos con las ceremonias religiosas- por ejemplo, para semana santa la disponibilidad de plataformas para ello reduciendo la sensación de distanciamiento espiritual-. Por otra parte, existen recursos virtuales que el cuidador puede ayudar a encontrar para la realización de actividad física, identificación de actividades recreativas, lectura de libros, visitas virtuales de diferentes lugares del mundo y en general, acompañarlos en la búsqueda de recursos para acercarse a hobbies, juegos, arte y manualidades, música, danza entre otros. Todo lo anterior, debe acompañarse de un contexto de ventilación emocional que ha de ofrecer el cuidador sumado a la colaboración con la cobertura de actividades para el cumplimiento de responsabilidades, autocuidado -citas médicas, acceso a medicamentos etc.- y demás acciones vinculadas a lo cotidiano.
Desde nuestros hogares, ¿cómo podemos ayudarles a disminuir sus niveles de ansiedad?
Además de lo anteriormente mencionado, lo primero a la hora de reducir los niveles de ansiedad tiene que ver con la aceptación radical de esta emoción. Tanto el cuidador como el adulto mayor deben comprender que la ansiedad no configura una experiencia emocional negativa per se. De hecho, la ansiedad, experimentada a una intensidad, duración y frecuencia proporcional a la o las situaciones que la evocan, configura un proceso adaptativo que favorece la respuesta y se relaciona con la acción y la toma de decisiones efectivas. Es una realidad que, ante la amenaza actual a la salud y a la cotidianidad, experimentar ansiedad es natural y esperable. La aceptación radical implica entonces el reconocimiento y la validación, tanto propias como de parte del entorno de su ocurrencia y está comprobado que, para favorecer la regulación de nuestras emociones, el reconocimiento de sus componentes es central. Observar sin juzgar y notar con conciencia plena lo que siento, las respuestas fisiológicas asociadas -lo que mi cuerpo revela mientras cursa mi emoción-, lo que pienso y lo que hago es un recurso valioso para que, así como la emoción llega, se permita su curso y, con ello, soltar y atravesar la experiencia. Es común que nos enseñen a evitar o a eliminar la ansiedad. Lo cierto es que los intentos de control y evasión llaman y mantienen la ansiedad. Es sencillo: piensa en algo en este momento e inmediatamente intenta quitarlo de tu mente. El efecto es paradójico, pues entre más busques dejar de pensarlo, más parece instaurarse en tu cabeza. Así sucede con la ansiedad. A mayor intento de control, mayor probabilidad de permanencia de esta. Incluso, puede aumentar, pues así suene redundante, la búsqueda de eliminación de la ansiedad genera más ansiedad al no poder lograr el resultado. En este proceso, la familia es fundamental, pues constituye un agente de validación a la experiencia emocional. Insisto en favorecer la apertura a la expresión. Preguntar y mostrar interés por las emociones de nuestros adultos mayores, abrir la comunicación con interrogantes sencillos como: “¿Cómo te sientes en este momento?”, “¿Quisieras contarme o describirme que sientes?” y acompañar la respuesta de la validación (escuchar, profundizar en el relato, compartir mis propias emociones, miedos e inquietudes) puede ayudar a reducir los niveles de ansiedad. Si a esto le asociamos ejercicios sencillos de respiración y relajación e identificamos y realizamos actividades que, tras el reconocimiento de la ansiedad, favorezcan la distracción al malestar relacionado, podremos contribuir a que las personas de la tercera edad logren no solo regular sus experiencias emocionales, sino que, adicionalmente, ofrezcamos un entorno para la sana convivencia, en momentos donde la incertidumbre es una realidad y el acompañamiento, la unión y el retorno a las raíces afectivas son solo algunas de las ganancias que un momento tan difícil para todos, sin duda, florecerán.