Reconocimiento por servicios prestados: Kemel A. Ghotme
Desde mi primera conexión con la Universidad de La Sabana, supe que era la Institución en la cual yo quería desempeñarme como profesional, tanto en lo científico como en lo académico, pero también donde podía crecer como persona. Y así fue y lo sigue siendo. La Universidad es ese lugar único donde uno puede aprender, debatir, desarrollar y enseñar los temas que atañen a la persona, a la familia, la vida y la dignidad humana; más allá de una aproximación teórica, se trata de una experiencia vivencial.
Aparte de la oportunidad de formar médicos muy sólidos en lo científico, una de las cosas que más disfruto de trabajar en La Sabana es poder formar profesionales con una gran calidad humana. La asesoría académica personalizada, que es algo muy distintivo de la Universidad, nos permite como formadores influenciar de manera positiva el camino de los futuros profesionales, para que estos puedan enfocar la construcción de su carrera, basada en el respeto y el amor por la vida.
Una de las anécdotas más significativas para mí, ocurrió en agosto de 2015, durante la visita al campus de Monseñor Javier Echevarría, el Prelado del Opus Dei, con quien tuve la oportunidad de conversar sobre el respeto a la fe religiosa de todas las personas, en medio de la tertulia que se llevó a cabo en la Universidad. En aquella ocasión, él mencionó cómo San Jose María Escrivá acogió en los centros de estudios a jóvenes de diferentes culturas y religiones, provenientes de distintas partes del mundo, y que la clave principal es el respeto total por las personas en general, así como por su fe. También enfatizó en cómo las acciones diarias deben ir enfocadas siempre a vivir ese respeto.
Precisamente, eso es lo que yo he sentido en la Universidad de La Sabana durante toda mi trayectoria en ella, una plena identificación con los valores y la misión institucional, un respeto profundo por mi fe y mis creencias y, también, la posibilidad de ver cómo mis propios principios se pueden desplegar dentro de la Universidad de una manera muy integral, natural y enriquecedora. Aquí he podido desarrollarme personal y profesionalmente de la mejor manera, y eso claramente ha marcado mi vida durante todos estos años. Trabajar en La Sabana realmente transforma y contribuye, no solamente a encontrarse a uno mismo, sino a aportar hacia los demás, siempre con actitud de servicio y generosidad.
Durante estos 15 años de dedicación a la vida universitaria, mi esposa Raya y yo hemos conformado un hogar y tenemos cuatro hijos maravillosos; La Sabana nos ha respaldado integralmente en cada uno de los hitos importantes de nuestro proyecto familiar. Mi familia, mis pacientes y mis estudiantes llenan de sentido mi vida, y son el motor para trabajar cada día con amor, dedicación y alegría.
Por último, la Universidad me ha enseñado muchas cosas, pero quiero resaltar la prudencia, la capacidad de valorar la belleza de las pequeñas cosas que nos rodean en la cotidianidad y la importancia del trabajo bien hecho en la búsqueda del perfeccionamiento humano. Le doy gracias a La Sabana por ayudarme a buscar permanentemente cómo puedo dar lo mejor de mí, para contribuir a la construcción de una mejor sociedad.